Su reconfortante sonrisa era la protagonista de esta escena, siendo acompañada por sus lágrimas cristalinas, que recorrían sus mejillas.
Admiraba su rostro sintiéndome anonado por la belleza de su rostro, y su sonrisa algo quebrada ante mis palabras.
Ambos metidos bajo las sabanas, desnudos, sin necesidad de sentirnos sucios ni pecadores, sin tener vergüenza de mostrarnos el uno al otro.
Sin siquiera mirar nuestras partes intimas, solo miraba sus mejillas sonrojadas, sus ojos cerrados siendo empañados por lágrimas, y esa hermosa sonrisa en su rostro.
-te amo- susurré acariciando su mejilla y eliminando la humedad en ellas, esperando el momento en el que abriera sus grandes ojos jade.
Comenzó a sollozar, para después sentir como se aferraba a mi cuello con fuerza, y restregarse a él rompiendo él llanto.
Me sentía un imbécil por no haber hecho algo antes, a pesar de verla ser atormentada por mi mismo.
Acaricie su cabello, comprendería que me dejara, que fuera con alguien mejor que yo, que la haga feliz. Aunque su olvido me matara.
Recorrí con mis dedos su corta cabellera que caía como cascada hasta llegar a su cuello, aunque se adhería a su piel por estar sudorosa.
La sentía tan cerca y a la vez tan lejos, su cuerpo pegado al mío sintiendo su calor, pero sin respuesta alguna.
Comprendería que ya no me amarás, yo te dejaría ir tu alma para que sea libre, libre de un imbécil que no se preocupo por ti, y te dejaba ir, siendo que ahora quiero que te quedes.
Sentí como una gota caía por si mejilla, y vi mis brazos blancos aferrarse a tu cuerpo.
Quedarte, con este imbécil por favor.
