El comienzo

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- ¡Mabel!... no me dejes hablando solo.

Antes de que la historia siquiera comenzara... ¿Era un pecado tomar lo que es mío?

Desde lo profundo del pasillo del pequeño apartamento fue poco audible, pero perfectamente entendible un...

- Vete a la mierda, Gideon...

Su voz generalmente suave ahora sonaba molesta y aburrida.

Y éramos poco más que amigos antes de que la historia terminara.

Intenté correr tras ella, pero la puerta se cerró de golpe justo frente a mi nariz, y sabía que ella nunca volvería a cruzarla...

*****

- Oye... - Mabel puso una de sus delicadas manos en mi hombro, para luego erguirse delante de mí cuando la ignoré - ¿En qué tanto piensas? - su voz sonó divertida, y su nariz se arrugó cuando sonrió, mostrando sus dientes blancos enmarcados por esos labios carnosos pintados de rosa oscuro. Negué con la cabeza sin despegar los ojos de su boca, ella poco a poco relajó su expresión, llevó sus manos a los lados de mi rostro y me obligó a mirarla a los ojos grices a la vez que se acomodaba sobre mi regazo - Andas distraído - murmuró mirando los mechones de cabello oscuro que caían sobre mi frente - me gustaría saber que tanto pasa por tu cabeza - sus manos bajaron por mi cuello, dejando calidez y cierto cosquilleo a su paso.

¿En qué estaba pensando? Pensaba que lo nuestro había sido tan fuerte por demasiado tiempo, que ella era una de las mayores maravillas creadas por Dios, y tenía miedo, miedo de que algo saliera mal, miedo de perderla. En mi cabeza la había visto salir por esa puerta mandándome al diablo muchas más veces de las que podía contar. La tenía desde hacía dos años y seguía esperando aterrorizado el momento en que se marchara. Ella era mía. Lo sería para siempre, pero algo iba a salir mal, algo siempre salía mal, ella se alejaría, cruzaría esa puerta tarde o temprano.

- Pienso... - murmuré con la voz rasposa por falta de uso, mientras disfrutaba el tacto suave de la piel de sus muslos bajo mis manos - que eres lo mas precioso que tengo - ella sonrió, haciendo que una calidez recorriera sus facciones y apoyó su frente en la mía. Envolvió mi cuello con los brazos y cerré los ojos cuando mechones de su cabello dorado me alcanzaron, olía a manzanas, como siempre. Casi sentí ganas de llorar, pero enseguida esa desolación se convirtió en rabia. Malditas posibilidades... ella era mía.

Y entonces lo supe... las ganas de llorar volvieron, pero esta vez de felicidad. Quería reír hasta las lágrimas. Había encontrado la respuesta, la solución a todos mis problemas.

Ella iba a dejarme, tenía esa posibilidad.

Yo iba a quitarle todas las posibilidades.

*****

Holiwi.

Aquí estoy de vuelta publicando weas en lugar de estudiar para el puto examen que tengo el jueves, pero es lo que hay.

Los votos y comentarios se agradecen SIEMPRE.

Los amo <3

Un pequeño pedazo de cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora