Amigos.

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Mira nuevamente por la ventana, el anhelo a flor de piel. No lo admitiría, pero solo esperaba que él regrese.

Aburrido, busca su maso de cartas y las revisa mientras pienda en todas las cosas que han cambiado en su vida. Se impacienta al poco tiempo. Nunca había sido muy bueno en esperar; Menos si se trataba de Yuya.

Suspiró embobado. Dichos pensamientos se tornan únicamente en aquel bicolor que se gano su corazón. Lo había enamorado. Había domado a la bestia (y sin siquiera tener intenciones de ello). Porque estaba consciente de eso. Yuya jamás podría estar enamorado de él. Y, la verdad sea dicha, ni siquiera debería tener esa clase de sentimientos por un amigo.

Tocan la puerta.

— ¡Yuto soy yo! —Gritan del otro lado. Obviamente sabe de quién se trata. (Todos sabemos de quién se trata).

Se levanta de golpe y le abre. Pasan juntos a el hogar que normalmente comparte con sus demás homólogos, que por cierto, no se hallaban en casa.

Conveniente situacion.

Se abrazan como saludo.

Disfruta todo lo que puede de estar entre sus brazos. Con esa calidez embriagante, con su exquisito y dulce aroma. Y le suelta... Porque, era solo un simple saludo.

Yuya le muestra sonriente una nueva carta que ganó en uno de los tantos torneos a los que frecuentaba ir.

— ¡Qué genial! ¡Sabía que ganarías! —Exclama con autentica emoción.

Siempre le han gustado los duelos, para hacer reír y disfrutar a las personas. Pero ahora ama a los duelos más que a cualquier cosa.

Después de todo, es lo que une a Yuya con él.

Toma la carta entre sus manos. Finge admirarla con detenimiento sólo para ganar un poco más de tiempo junto a Yuya. Sabe lo muy atareado que esta últimamente, por lo cual es mucho que vaya a visitarle casi todos los días. Casi, por desgracia.

— ¿Ya te he agradecido lo mucho que me has ayudado? —Pregunta contemplando algunos de los objetos que adornan el lugar.

Su corazón late mucho más fuerte y rápido que antes. No, no se lo había agradecido; al menos no en palabras. Yuya se le acerca, para admirar también su nueva carta. Sus rostros estaban a tan pocos centímetros... Sólo un pequeño impulso y ya podría tener parte de lo que siempre quiso... Sólo uno. Sus rostros están tan cerca...

Pero no pasa nada.

— Lo siento Yuto, me tengo que ir. Le prometí a Yuzu salir con ella antes del próximo torneo. ¡Tranquilo, nos vemos mañana amigo!

Es cierto...

No pasa nada.

Porque sólo son eso, sólo son amigos.

Ahí, en ese solitario lugar, y en ese instante, es cuando aquel pensamiento le destroza el corazón... Nuevamente.

No era la primera vez, pero cielos, dolía cómo el infierno.

El día siguiente llega, la historia se repite.

Un abrazo, le muestra una nueva carta y le cuenta que tan bien le ha ido con Yuzu. Le duele. Duele demasiado. Siente celos de aquella chica que sí se había ganado el corazón de Yuya, que tuvo el privilegio de tocar sus labios. Se siente impotente por no poder hacer nada al respecto.

Porque después de todo.
Yuto es un hombre.
Yuya también lo es.
Ambos son sólo amigos.

Eso no cambiará.

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