¿Quién soy yo que todos me temen?

397 65 54
                                    


La muerte. Ese enemigo que a todos nos ataca alguna vez cuando llega el momento de dejar este mundo. Ese enemigo al que todos temen, pocos nombran y al que nadie vence. ¿Qué es la muerte? ¿Quién es la muerte? En fin, yo soy la muerte.

Yo soy la que os persigue, a la que tenéis miedo, con la que algún día acabaréis. ¿Creéis que soy diferente? Lo soy, pero sólo aparento ser una persona normal. Sigo a mis víctimas y las llevo a donde tienen que estar y de donde no podrán volver. Conmigo.

Era una tarde de Abril, con el cielo negro y agua cayendo por todos lados. Yo estaba en Barcelona, donde mi lista me había marcado una nueva víctima, una chica joven, sólo contaba con dieciséis primaveras, que iba a ser asesinada. "¡Qué emoción! Me encanta ver los cuerpos jóvenes pudrirse sin alma" pensé emocionada. No podía sonreír, mi cara era incapaz de marcar algún gesto que no fuese seriedad. La gente se apartaba al pasar a mi lado por las calles, supongo que los humanos no son tan tontos al fin y al cabo, se apartan de aquello que les da mala espina y yo... Bueno, yo soy la misma muerte, ¿quién no me temería? Me gustaba eso, aunque mi cara no pudiese demostrarlo.

Encontré a la chica que iba a morir. Su rubio cabello caía a ambos lados de su cara y sus ojos marrones miraban con ilusión el mundo, a todo lo que le quedaba por vivir. Lástima que aquello no fuese a pasar, ya que no viviría más de una hora. Como es lógico, no soy la única muerte que existe, no podría con todos los muertos que, a diario, abandonan este mundo, pero soy la más antigua de nosotras, la más poderosa. Por primera vez, hice uso de mi poder para que la joven no me pudiese ver detrás suyo, pronto podría adoptar mi forma normal, pronto podría descargar toda mi tensión convirtiéndome en la nada y, a la vez, en el todo.

Seguí a la joven por las callejuelas de la ciudad, iba rápido, mirando detrás de ella, yo me alegraba interiormente. Estaba dejando ver claramente que algo oscuro iba detrás de ella. ¿No habéis tenido nunca la sensación al ir por la calle que algo os persigue? ¿Qué se os eriza el vello de la nuca? Tened cuidado con esa sensación, a mis hermanas y a mí nos gusta jugar antes de llevaros a nuestro lado, nos gusta soplar en vuestra nuca, nos gusta levantar un poco de aire a vuestro alrededor. Es el único momento que podemos disfrutar, al sentir como pronto nos veréis y os aterrorizaréis. Vosotros, los humanos, no entendéis nada cuando morís, siempre haciendo preguntas, siempre intentando volver. Jugar con vosotros es nuestra pequeña venganza por ello. No disfrutamos de nada más que de ver cómo morís y cómo tenéis que pasar, de mala gana, al Otro Lado.

¿Qué es el Otro Lado? Os preguntaréis. Eso es algo que ningún humano está preparado para saber hasta que no lo ve con sus propios ojos o, lo que es más correcto, con su propia alma, ya que vuestro cuerpo sólo es un recipiente temporal para habitar este lugar, un recipiente que acabará regresando a formar parte de la naturaleza que tanto os empeñáis en destruir. Curioso, ¿verdad? Intentáis destruir algo que siempre acabáis alimentando.

Miré a la chica. Estaba claro que no era una mala persona, pero a mí eso no me importaba en absoluto, no era a mí a quien correspondía juzgar eso, a mí sólo me correspondía llevar su alma al lugar donde sería liberada... O condenada. He de reconocer que yo, en mí misma, no soy mala, sólo soy neutral, pero también debo reconocer, como podréis suponer a estar alturas, que me encanta que la gente muera. Me hace amena mi larga existencia perseguir a la gente, buenos y malos, hacerles tener miedo antes de morir, dejar que me vean mientras están muriendo, es lo único capaz de divertirme.

Volviendo a la joven, que en ese momento se estremecía de terror, algo que ella no era capaz de ver estaba haciéndola sentir miedo. Me dediqué a rozar su brazo con lentitud, pero ella no sentía ese roce, solamente sentía como su pelo se ponía de punta por una razón que, a sus ojos, era inexplicable. Echó a correr rápido, pero no tardó en llegar a su destino sana y salva. ¡Qué paradójico! Tenía miedo de estar sola por las calles sin nada aparente que la persiguiese pero ella misma había acudido voluntariamente a su propia muerte.

¿Quién soy yo que todos me temen?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora