Nihilismo y ontología: el olvido del Ser como la relación Nietzsche-Heidegger

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En este trabajo me propongo establecer una relación entre Nietzsche y Heidegger a través del sentido nihilista que confiere la interpretación de uno del pensamiento del otro. Es decir, cómo la interpretación heideggeriana del pensamiento nietzscheano, se denomina nihilista porque representa el fin de la metafísica occidental en cuanto que es olvido del ser como fundamento de ésta. Y cómo se nos revela un Heidegger nihilista si se le da, a su vez, una interpretación nietzscheana, ya que nos remite al pensamiento del ser como un rememorar que lo entiende como lo que siempre ya ha sido, como lo que no es ahora. El nihilismo sería, pues, tal vinculo.
La primera temática a analizar es aquella que dice que la voluntad de poder en tanto que principio de toda transvaloración de valores y como modo de conducirse o actitud a tomar del niño al hallarse a sí en el abismo, tiene un sentido nihilista porque significa el olvido del ser en cuanto que es olvido del fundamento de la metafísica en su historia. Para entender correctamente el sentido de esta temática será necesario dar una explicación de los conceptos de nihilismo, voluntad de poder, transvaloración, valor, niño y abismo.
         Si queremos saber concretamente lo que se dice con voluntad de poder, debemos partir de la noción de nihilismo. Ésta es, en Nietzsche, un movimiento histórico cuyo proceso fundamenta el destino de la filosofía de los pueblos occidentales (Cfr., Heidegger, 2008, p. 163). Este destino ha culminado en la edad moderna con la formulación de la frase de Nietzsche Dios ha muerto. Si lo que se quiere es dar a esta frase un sentido auténticamente nihilista es preciso desdeñar por lo pronto su interpretación en el sentido de la negación del dios cristiano como crítica a la fe. Pues "los nombres Dios y dios cristiano se usan en el pensamiento de Nietzsche para designar al mundo suprasensible en general" (Ibid., p. 162). Ahora bien, si Dios, es decir, el mundo suprasensible en general ha muerto ¿qué le queda al mundo sensible?, ¿acaso no ha sido, a lo largo de la tradición metafísica, el mundo suprasensible fundamento del mundo sensible? En efecto, "Si Dios, como fundamento suprasensible [...] ha muerto, si el mundo suprasensible [...] ha perdido toda fuerza vinculante [...] toda fuerza capaz de despertar y construir, entonces ya no queda nada a lo que el hombre pueda atenerse" (Ídem). Entonces, el sentido nihilista de la frase "Dios ha muerto" debe ser entendido como una falta de fundamento. Tal es lo que Nietzsche llama el abismo.
Hay que tomar en cuenta, ahora, que Nietzsche también entiende el nihilismo como la desvalorización de todos los valores supremos hasta entonces (Cfr., ibid., p. 166). Sin embargo, una vez dada esta desvalorización, el hombre aspira de manera natural al reemplazo de tales valores. Pero no como un mero ocupar el espacio que han dejado los viejos valores, sino como un nuevo valorar incondicionado respecto de dicho espacio, como "una inversión en la manera y el modo de valorar" (ibid., p. 169), a esta inversión la llama propiamente transvaloración: "Nietzsche reconoce que a pesar de la desvalorización de los valores hasta ahora supremos para el mundo, dicho mundo sigue ahí y que ese mundo [...] tiende inevitablemente a una nueva instauración de valores [...] una transvaloración de todos los valores" (ibid., p. 167). Si decíamos, pues, que el nihilismo es la desvalorización de todos los valores supremos, la nueva instauración de valores, en tanto que transvaloración, tiene un carácter igualmente nihilista. A este tipo de nihilismo lo denomina consumado (Cfr., idem.). En contraposición a éste se encuentra el nihilismo incompleto, que se limita a la simple sustitución de los viejos valores por los nuevos sin el carácter esencial de la transvaloración, ya que no busca una negación del fundamento suprasensible con fin a una instauración de valores en el plano óntico o meramente vivencial, sino que persigue un nuevo fundamentar metafísico.
    En este punto ya hemos llegado a la descripción de varios de los conceptos de la temática inicial, a saber, la transvaloración, nihilismo y abismo. Pero el concepto que buscábamos describir en un principio era el de voluntad de poder. Para ello es preciso definir el de valor. Valor es entendido por Nietzsche como: "el punto de vista de las condiciones de conservación y aumento por lo que se refiere a las formaciones complejas de duración relativa de la vida dentro del devenir" (ibid., p. 170). Esta definición nos plantea nuevos conceptos a describir: punto de vista, condiciones de conservación y aumento, formaciones complejas de vida, duración relativa y devenir. Una vez esclarecido el sentido en que se entiende valor, sabremos por qué la voluntad de poder es el principio de toda transvaloración de valores, que corresponde a la primera parte de la temática.
     El valor es punto de vista, dice Heidegger, en la medida en que es tomado como algo "con lo que hay que contar" (idem) que se pone dentro del rango de visión. Se trata, pues, de un dar alcance al valor que se ve. Éste "es entendido expresamente bajo el rasgo fundamental de la aspiración" (idem), pero en un sentido meramente ontológico, no trascendental. Por lo que se refiere a las condiciones de conservación y aumento, como primera consideración, podemos decir que el valor entra en relación con una estimación cuantitativa. Pero ¿qué es aquello que se estima en relación a las condiciones de conservación y aumento? El valor, por supuesto, pero también "conservación y aumento caracterizan los rasgos fundamentales de la vida" (ibid., p. 171). Lo vivo se conserva y a su vez aumenta, así, el aseguramiento del estado previo precede a todo aumento como su condición de posibilidad. En palabras del mismo Nietzsche: "algo vivo quiere, antes que nada, dar libre curso a su fuerza" (Nietzsche, 2015, 13). La confabulación de ambas características fundamentales de lo vivo constituye las formaciones complejas de vida (Cfr., Heidegger, Op. cit., p. 171).
Éstas, además de una estimación cuantitativa, nos dejan ver una estimación temporal que nos remite a una duración. Aquí "la duración de esta formación compleja de vida reposa en la relación alternante de conservación y aumento" (Cfr., Idem). Ahora bien, el tránsito de la conservación al aumento, significa un cambio, como dijimos, de carácter cuantitativo y temporal, pero cambio finalmente, que nos sugiere un devenir. El devenir se toma aquí (en sentido leibniziano*) como "el tránsito de una cosa a otra" (Idem).
Por eso Nietzsche interpreta este tránsito como una relación de dominio. En ese caso, la formación compleja de vida llamada duración relativa de las condiciones de conservación y aumento tiene el mismo carácter de dominio en tanto que está dentro del devenir. Lo anterior no es otra cosa que la voluntad de poder, pues el modo de dar alcance al valor que está dentro del rango de visión está en relación a ese devenir y, por lo tanto, en relación al dominio: "la vida misma es voluntad de poder" (Nietzsche, Op. Cit., 13). Por último, si decíamos que el sentido nihilista de la frase Dios ha muerto debe ser entendido como la transvaloración de todos los valores hasta ahora supremos, si por otro lado, el valor es lo impuesto por la voluntad de poder a modo de dominio en tanto que es el principio de la aspiración al valor, se sigue que la voluntad de poder es el principio de toda transvaloración de valores (Cfr., Heidegger, Op. Cit., p. 172).
Pues bien, como dar cuenta de la muerte de Dios es dar cuenta de la supresión de todo fundamento suprasensible, esto significa dar cuenta también del abismo. Si la muerte de Dios debe ser abordada mediante la transvaloración de valores con la voluntad de poder como principio, esto nos proporciona también una manera de abordar la asunción del abismo. Ante este planteamiento nos asalta la pregunta ¿quién asume de tal manera el abismo? Tal personaje es, obviamente, aquel que posee la voluntad de poder y domina con ella. Debe ser capaz no sólo de romper las viejas tablas en las que están escritos los valores supremos de los "espíritus pacientes y respetuosos" (Cfr., Nietzsche, 1973, p. 51), sino también de crearse nuevas. "Éste es el que crea la meta del hombre y el que da a la tierra su sentido y su futuro: sólo éste crea el hecho de que algo sea bueno o malvado." (Ibid., p. 274). Es, pues, aquel que entra al juego del crear. Es efectivamente el niño** el que, habiendo sido león, tomó el derecho a nuevos valores y, yendo más allá, los crea. Si el león fue el que supo desenmascarar*** la tradición, que siendo camello cargaba en su joroba, dándose libertad y abriendo ante sí el abismo, el niño es aquel que, creando nuevos valores con la voluntad de poder como principio instaurador, ha aprendido a nadar en él: "inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo" (Idem) (Cfr. Heidegger: Sobre el comienzo).
Ahora bien, ya habíamos dicho que la frase de Nietzsche es nihilista en cuanto que supone la supresión de todo fundamento suprasensible, pero si el nihilismo es también un movimiento histórico cuyo proceso fundamenta el destino de la filosofía de Occidente, la muerte de Dios supondría a su vez la supresión del fundamento de la filosofía occidental. En consecuencia, si la historia de la filosofía occidental, por lo menos hasta antes de Nietzsche, ha sido la historia de la metafísica, la frase de Nietzsche no plantea otra cosa que el olvido del ser -en cuanto olvido que es el niño- puesto que éste había sido hasta ese momento el fundamento de la metafísica occidental. Es por lo anterior que, con Nietzsche, la metafísica llega a su fin.
Hasta aquí lo que podemos decir de la interpretación del pensamiento de Nietzsche, que, por lo demás, está fuertemente entramada con el nihilismo según nos plantea el mismo Heidegger en sus obras. Es momento de pasar a lo que, se podría decir, es una interpretación nietzscheana del pensamiento heideggeriano. Partamos, en un primer momento, del término empleado por Dilthey para describir la filosofía de Nietzsche: Lebensphilosophie. Ésta debe entenderse

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