Synopsis.

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Veintiocho de agosto.

El callejon Diagon se encontraba repleto de magos atareados que caminaban a paso rápido comprando sus artículos de magia.
Las clases en Hogwarts comenzarian dentro de cuatro días y todos buscaban reemplazar aquellas escobas, calderos o tunicas viejas por unas de mejor calidad.
Algunos magos se movían a paso rápido chocando con otros y casi sin mirarlos, proseguian con sus caminos. Se sentía una vibra positiva en el ambiente, y al ver grupos de magos adolescentes hizo que mi pensamiento fuera más que correcto. Sonreían, hacían chistes, reían y soltaban estruendosas carcajadas mientras entraban en las diferentes tiendas del callejón.

Al entrar en Madam Malkin habia tres magos diferentes con sus respectivas familias. A simple vista eran niños de once años que entraban por primera vez en la institución de magos y buscaban la túnica que para el colegio se requería. Eso me hacia recordar mi primera vez comprando mis útiles para mi primer día de clases en la escuela de magia, todo era emoción y felicidad. Y ahora no era más que una aburrida tarea.
Sus sonrisas nerviosas y sus ojos pendientes a todo moviento los delataban. Hablaban entre ellos y por más que lo disimularan, las sonrisas eran incapaces de escapar de sus labios.
Una señora regordeta que llevaba una tunica malva y una sonrisa plasmada en su rostro se movia agilmente atendiendo a aquellos que necesitaban de sus servicios. Luego de una pequeña espera ella me tendio una nueva tunica, aquella apta para Hogwarts.

Junto a articulos de calidad para el quidditch se encontraba la tienda de pergaminos, plumas y tinta, donde podría comprar aquello que hacia falta. Las escobas nuevas llamaron mi atención al igual que a las demás  personas que se quedaron igual de plasmadas frente al vidrio. Eran preciosas y no existian casi palabras para describirlas, pero no poseia el dinero suficiente para adquirir una, debia cuidarlo ya que no era mucho.

Luego de adquirir un helado en Florean Fortescue, caminé hacia el Emporio de la lechuza en busca de comida para Ken, mi gata blanca y peluda que esperaba en mi habitación.

Tras horas de recorrido y con aquellos nuevos artículos camine hacia El caldero chorreante. Luego de saludar a Hanna Abbott, su dueña actual; me dirigí a mi habitación. Allí Ken esperaba sobre la litera pendiente a mi llegada y a la de su comida, dejé caricias sobre su pequeña cabeza peluda y su plato sobre el suelo.  Anotando en una pequeña lista comencé a guardar lo comprado dentro del baúl caoba mientras mi animal devoraba su platillo.
Reposé mi cuerpo por sobre el cubrecama verde, algo desgastado, y cerré los ojos. Hoy sería una noche larga y agotadora. 

Diez y media el astro se encontraba presente entre las nubes, advirtiendo que la luna llena llegaría pronto a su punto y los efectos comenzaban a sentirse entre los huesos de mi tórax. Se volvían más notorios con el paso de las horas.

Deje atrás el caldero chorreante y  el callejón Diagon dirigiéndome hacia el bosque más  cercano. En el centro de los arboles la luz se filtraba entre las ramas generando un efecto sombrío y espeluznante. El viento azotaba a las hojas las cuales bailaban al son de una canción silenciosa y los grillos acompañaban con sus característicos sonidos.

Toque mi cuello en busca del objeto y concentre mis pensamientos en el animal que buscaba salir de mi cuerpo. Me deje caer en el suelo cuando la columna vertebral comenzó a doblarse y las manos pesaban para convertirse en patas con garras afiladas y de color negro.

Anuk, mi otra mitad, y el ser que en mi vivía, se sintió libre. Dos meses de encierro no habían sido buenos para ella, la había mantenido refugiada por medidas de precaución y protección de otros. No hace mucho supe de la existencia de aquel animal en mi ser y  no sabía manejar aquella situación sin salir lastimada yo u otros en cuestión. Por lo que preferí dejarla dentro de mi, sufriendo y sintiéndome un poco enferma viendo como se debilitaba al no poder ser libre.

Tomó control de nuestro cuerpo y corrió entre los árboles sintiendo el viento que se abría paso entre la melena. Un ciervo cruzó el camino, y afirmabamos que era ese animal por su característico olor dulce, pero este tras vernos no dudo en correr suponiendo que íbamos a atacarlo.
Luego un lobo gris se hizo presente, y ambos comenzaron a perseguirse evitando los árboles caídos en el centro. Yo sólo parecía un extra en la escena, ella tomaba posesión de todo, yo sólo sentía. El lobo iba por delante mientras ella pegaba saltos o gruñidos juguetones y pegaba mordiscones sin realmente lastimarlo.

'Cansancio.'  Avisó luego de horas Anuk y de forma calmada caminó hacia la ropa que se encontraba en el centro del recinto. El lobo había desaparecido luego de despedirse de nosotras hacia el sentido contrario.
Al volver a mí forma humana, comencé a caminar hacia la habitación del Caldero chorreante. Teníamos un viaje largo hasta las puertas y a pesar de encontrarnos exhaustas; ambas utilizamos la poca voluntad y energía que nos quedaba para llegar.
El viento era frío y soplaba generando un pequeño titubeo y escalofríos en mis brazos. Ken dormía plácidamente en el suelo cuando entré, caliente por las brasas  del fuego en la chimenea y solo me observó desde allí hasta que tome asiento en la litera, cuando se acercó.

Bajo las sábanas, cerré los ojos y espere un nuevo día. 

Publicación 15 de octubre del 2017

Calíope.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora