2. Trabajo en equipo, ¡ni en tus sueños!

274 38 9
                                    

(Daniel)

¿Trabajar juntos? ¿Es que el director se había vuelto loco? ¿Acaso finalmente los chillidos y quejas de su esposa Marlene le habían terminado por sacar de sus cabales? En definitiva tenía que ser eso, la solución más noble sería mandarlo a un psiquiatra, y si continuaba diciendo incoherencias y estupideces pues solo internarlo en un manicomio, el pobre ya no tendría salvación.

— ¡Apura tu paso, ser inferior! —le gritó a Samanta que iba unos pasos más atrás que él. —Tengo cosas más importantes que encargarme de tu desastre.

Notó como los parpados de ella se expandían, cosa que le causo gracia. Le encantaba sacar de quicio a ese ser mutante que se hacía pasar por una chica. Sam tomó con fuerza su gorro de lana sobre su cabeza, deteniendo el impulso de sus manos que de seguro tenían intenciones malignas en su contra. ¿Qué manía tenía con esos gorros? Eran inútiles en este tiempo además de que dejaban todo enmarañado el cabello una vez que uno lo sacaba de su coronilla. Como sea, poco y nada le importaba su gesto. Esa mujer era alguien que no superaba su inteligencia por lo que no debía de temer de ella.

— ¡Fue tu culpa! —le bramó la castaña de vuelta. — ¡Tú y el maldito de Dorian! ¡Pero no bajen la guardia, que iré por ambos! —Revoleó los ojos ante sus ridículas amenazas, alguien tan como ella qué podría hacer contra alguien de su índole. Pues nada.

—Como digas —le dijo haciéndola enfurecer aun más. —Solo apresúrate, no quiero pasar más tiempo del necesario contigo, que tu tío dijo que si no terminábamos de aquí no salíamos.

—Pues mi tío es un tonto —murmuró Sam cruzándose de brazos. — ¡Yo no tendría que estar aquí! Yo debería estar en el laboratorio con Angelina disecando ranas…

—Hablando de eso, no quiero que te acerques más a ella. —Samanta lo miró con el ceño fruncido. —No quiero que mi novia se junte con tal gente como tú lo eres.

— ¡Ja! ¿Tú novia? Si mal no recuerdo la última vez que hablaron tú terminaste por ser un ovillo en el suelo. —Se burló a lo que él apretó los labios.

—Eso fue hace años, así que no cuenta. Además, por esa misma razón no debes de acercártele. Contigo rondando no me será posible conquistarla, ¿entendido, ser inferior?

—Tú no me mandas, así que no pienso —la miró por sobre el hombro, ella le sacaba la lengua cerrando los ojos.

— ¡Soy el hombre aquí y debes de obedecerme! —le exigió deteniendo sus piernas.

— ¡Un hombre! Pues, ¿Dónde está que no lo veo?

Reprimió las ganas de alzarle aun más la voz, eso solo lograría conseguirles una mayor cantidad de problemas, y en realidad tenía que salir luego de esos pasillos. Le dio la espalda a Sam quien no mencionó palabra alguna pensando internamente que ella finalmente había ganado la pequeña contienda entre ambos. Pasó las manos por su cabello revoloteándolo, y así en un silencio llegaron hasta el laboratorio de ciencias donde aún seguía la peste presente. Si hubiera sabido que sería atrapado y obligado a ayudar en la limpieza no habría escogido una bomba tan fétida como aquella. Apenas se podía abrir paso con sus fosas nasales sin tener arcadas, además de que los ojos le lloraban.

—Maldito Mark —murmuró tapándose la nariz.

Ese chico le había prometido ante los siete cielos que luego de unos minutos, tal vez una media hora, el olor se iría por completo no dejando más que el recuerdo de una de las más épicas bromas en todo el lugar. Pero claramente sus palabras no eran verdad, el salón apestaba. Lo único que lo hacía seguir de pie era el pensamiento de que por unos minutos Samanta tuvo que soportar esto aquí mismo encerrada, vaya dicha que le provocaba.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 30, 2014 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Pranks.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora