Esto no es la historia de dos amantes frustrados. De hecho, ni siquiera es el relato de un amorío de dos oculto o culposo. No tenía forma. No tenía inicio o fin.
Bueno, en realidad sí que tenía un inicio, pero el que lo había descubierto con impacto o enojo (daba igual, ambas cosas le ponían colérico) no sabía exactamente en donde tenía pies y cabeza ese embrollo de uno solo.
Su propio embrollo.
¿Era angustioso? A su medida ¿Se sentía como un fiasco? Sin duda. Y es que ¿Como era posible que pensara algo como eso? Es más, ¿Cómo podía sentirlo? Absurdo. Si será Idiota. Le gustaba la persona más inadecuada de todo el globo y aún así, no podía sacarla de su cabeza. A pesar que lo miraba cada año luz en que se le ocurriera pasar por Gótica, con ese desastre de sangre que frustraba a Batman. El que desafiaba al vigilante, ese quién podía mantener una pelea sin importar circunstancias. Era adaptativo y llevaba nombre propio y emblema del murciélago sin pertenecer honestamente a la asociación; no respondía a sus reglas, y si lo hacía, era a su modo. Como un sacerdote impío que se jactaba de su religión aún sosteniendo rosario y dictando la palabra del señor.
Le gustaba Jason Todd.
No solo por eso, podría iniciar por el entendimiento que consideraba que le tenía; Todd conocía la sensación de arrebatar no solo una vida, sino centenares. Por qué conocía cómo era estar con la Liga, con Talia. Por qué contados eran los que podían derrotar a su abuelo comenzando con Bruce Wayne. Y luego estaba éste, aquel hijo de la calle y lo bajo de lo que podía ser la vida de esa ciudad podrida, del cual se apiado su madre con la debilidad que le tenía en afecto a su padre.
También por origen de las pocas veces que habían conversado; le calaban las palabras rasposas por el tabaco y el atrevimiento del hombre al revolverle el cabello. Jodido idiota, por cierto.
Y estaba seguro que si en otro tiempo o circunstancias se hubiesen conocido, ya fuese dentro de la Liga o él no tuviese esa convicción de no asesinar por respeto a su padre o fuese unos años mayor, se incentivarían a asesinar o hace tiempo hubiesen terminado peleando a muerte, sin medida.
Sin embargo esas no eran las circunstancias.
Además, había otra cosa: no era el tipo de interés de Jason.
¿Quién se interesaría por un chiquillo de trece años?
Era molesto. Le avergonzaba.
Tener todas las capacidades cerebrales a un nivel tan alto o incluso más (dependiendo de la estupidez) de cualquier adulto. Habilidades, razonamientos, fortalezas y una posición de sangre que le dejaba obtener lo que quisiera... Exceptuando eso, cual si fuese una broma de mal gusto el no alcanzar lo que quería en ese momento; solo por el par de años que le separaba. Que al decir verdad eran bastantes en la posición obvia en la que estaba.
Inclusive se daba a la idea de la burla que desataría si se enteraba. O al menos el rechazo. Cualquiera de las dos daban el mismo resultado: vergüenza. Tal que no pensaba pasar en su testaruda posición.
Oh no.
Damian Wayne no tendría esa desdicha del enamoramiento primerizo e inexperto. Por otro lado, ¿Era correcto llamarlo así?
Siendo un gusto o mero capricho, necesitaba ese afecto. O cualquier otra cosa cual palabras mordaces que desataba para tener la atención de los ojos una vez hundidos en el pozo de Lázaro. La ira, el fuego intenso de la rabia contenida; la retaba y sacaba por qué sí.
Consideraba que eso era lo único que gozaría por lo menos un par de años, hasta que dejará de ser un chiquillo con una catalogada fijación o hasta que el capricho se fuera al olvido. O en todo caso, lo tomará cuando fuera oportuno, como en ese par de años.
Lo que pasara primero, iba bien para él.

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Vergüenza.
FanfictionCapricho o amorío. Es solo suyo y de nadie más. Aunque no haya razón de existir. Por qué no tiene que ser así.