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Era un nuevo Martín, era una nueva sonrisa mas en mi colección. Las gafas se retiraron dejando ver algo que no era para nada especial, quizás se volvió lo que más caracterizaba a Hernández entre mis pacientes; ojos completamente claros, pero tan oscuros como el negro. ¿Existía un alma allí?

—Buen día, Manuel. -Su sonrisa se extendió más.

—Patio de descanso: saliendo de emergencias hacía mano derecha, primera puerta divisoria. -Dijo el enfermero antes de irse.

El rubio argentino agradeció casi en un susurro sin dejar mirarme, su voz era muy grave, sin embargo su acento común la volvía lo necesariamente grave como para cautivar a tus oidos. Su vista hacia sentir temor y el brillo inexistentes en sus ojos eran pura lujuria.

«No me wei» pensé terriblemente avergonzado cuando noté su brazo alzar el ramo.

—G...Gracias...- intenté articular letras convirtiéndolas en una palabra, mi emoción era vergüenza y mi cara se mostraba seria; como acostumbraba ser.

—¿Te gustaría hablar? Debo admitir muchas cosas y un cigarro no vendría mal.

Mi cabeza respondió de forma positiva, quizás recibir un agradecimiento no estaría mal.

...

Y tal como dijo, su mano cumplió la acción pedida de su dueño, agarró la cajetilla de cigarros y la abrió para retirar uno. Mi ceño levemente se fue convirtiéndose en uno fruncido, no toleraba el humo que desprendía y estaba lo suficientemente cerca como para que el aroma se hundiera en mi nariz.
Sus ojos me recorrieron mientras ponía el cigarro en sus labios, nunca sacó el encendedor y fue una acción encantadora, más cuando me miraba desde su gran altura y sus extensos hombros rozaban a los míos.

—Sé muchas cosas de ti. —dijo.

—¿A...a sí?

—Por ejemplo, sé que te gusta admirar afuera. —Sonrió ladino.

Me tragué mis nervios y miré al ramo de flores con vergüenza.— ¿Cómo lo sabes?

—Analizo muchas cosas.

—¿Es por eso qué eras tan reservado?

—Si.

—Ohh...

Un pequeño silencio se volcó y la incomodidad se adueñó en el terreno.

—También sé que, tienes problemas de socializar. Al estar hablando con alguien te vuelves torpes, más si te miran.

Fruncido mi ceño se quedó e hice una pequeña mueca, rápidamente mi mirada se volvió hacía él. —¿A qué te referí con esa wea?

Sus hombros subieron y bajaron, sonrisa no podía volverse más divertida por la situación. Pero, a mi no me hacía gracia.

—¿Qué más sabes? —me atreví a preguntar.

—Que te estresas muy fácil, che, amas el té. Y claramente eres chileno. —cada vez que hablaba sus manos quitaban del cigarro en su boca. —¿Qué sabes de mi?

—... Sé que eres bipolar. —Su boca hizo un ruido en señal que era negativo.— ¿Qué?

—No tengo bipolaridad, sólo reservo esta personalidad.

—Já, sé que eres misterioso.

—¿A qué te referís?

—Ocultas algo, ¿Quizás sea por qué alguien te lo impide? Bueno, la wea es que, te delatan tus ojos.

—¿Es verdad? —sus dedos tironearon un poco de sus párpados.— Creo que estos lentes de contacto no son efectivos.

Y el escalofrío que recorrió por mi cuerpo me advirtió que debía disimular más, en la mayoría estaba en lo incorrecto y eso aterraba a mi insuficiente dignidad. Suspire y mis ojos nuevamente admiraron de los claros colores de las flores.

—Manu, che. Mirame.

Con dificultad le hice caso, y el sonrojo en mis mejillas se volvía más fuerte; los nervios me destacaban y mi cuerpo convirtió en gelatina. Delicado y tembloroso.

—¿De qué manera mis ojos me delatan?

—Son... —se acercó más a mí y me perdí entre la lujuria que transmitían, pero no había brillo. Era unos ojos que deambulaban entre la oscuridad, y claramente escondían miles de cosas como para estar allí.— son oscuros.

Pero, no respondió más. Él parecía admirar de mis ojos, creyendo que son dos luceros; sus párpados cubrieron los suyos, cómo si una luz lo ceguera y su mirada se retiró.

—Nos vemos. —se despidió y antes de que yo me diera cuenta desapareció.

Lágrimas Conectadas [ArgChi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora