Bajo la melancólica colina

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Nublado. Desde ese día, el cielo parecía haberse cubierto de un gris permanente. Sin importar la hora, el sol nunca salía ante sus ojos. El ambiente olía a humedad, a una triste lluvia que nunca caería. "¿Por qué demonios no cae?", se preguntaba el rubio mirando el cielo. Deseaba verla. Empaparse completamente de ella, y esperar pacientemente a que el sol regresará. Sabía que era un deseo inútil, pues el resplandor del símbolo de la paz jamás volvería.

No después de aquel incidente.

-¡Katsuki, levante de una buena vez!

La voz de su madre le era irritante. Bajo esa fachada de chico malo, la amaba, la quería más que nada en este mundo, pero no estaba de ánimos para escuchar su molesta voz. No estaba de ánimos para nada.

-Cariño, deja que descanse.-Escuchaba la voz del inútil de su padre tratando de persuadirla.

-¡No puede quedarse para siempre encerrado en su habitación!

-Pero amor, sabes que Katsuki...-no fue capaz de terminar la oración.

Guardaron silencio por respeto a su hijo.

Los dientes del chico chirriaron de furia ante el silencio. Podía imaginarse lo lamentable que se veía en esos momentos, pero no por ello deseaba la lastima de sus padres. Odiaba ser visto como un cachorro abandonado.

-¡Ya voy!-Respondió sin muchas ganas.

Su cuerpo le pedía a gritos quedarse, envolverse una vez más con la sabana, y ocultar sus lágrimas bajo la almohada una vez más fingiendo no ser escuchado por sus padres. Pero sin importar la tristeza que le azotaba, Bakugou Katsuki seguía teniendo un poco de dignidad. Finalmente, abandono la comodidad de sus sabanas para levantarse y darse la merecida ducha que necesitaba. Lamentablemente, fue menos satisfactoria de lo que imagino.

El agua estaba tan fría que le quemaba.

"¿Cuándo fue la última vez que tome una de estas?". La pregunta le asqueaba a sí mismo. 

Había pasado la semana de luto encerrado en casa, más específicamente en su habitación. No quería tener contacto con nadie. Simplemente, deseaba encerrarse y esconderse como el cobarde que era. Ahora mismo, en su cabeza solo cabía una idea de sí mismo:

"Bakugou Katsuki, el aspirante a héroe que huyo cuando más lo necesitaban".

Cerró la llave de la ducha en un solo movimiento. Seguido de esto, corrió la cortina y envolvió su cintura con una toalla para dirigirse al lavado. Su reflejo en el espejo por poco le espanta. No recordaba haber tenido ojeras tan marcadas en toda su vida, sin contar lo enrojecido que estaban sus ojos incluso tras llevar horas despierto. A pesar de eso, las voces en su cabeza permanecían ahí: "¿Ves eso? Es el rostro de una persona débil", "¿Por qué corriste?, ¿Por qué no lo ayudaste?", "¿No se supone que era tu héroe?", "Causaste su caída, y no pudiste evitar su muerte", "Eres patético, Kacchan".

Su puño impacto de lleno contra el cristal. Bajando su rostro para no ver el espejo destrozado, observo con detenimiento las gotas de sangre caer por el lavado hasta irse por el desagüe. Era tan fácil el como la sangre salía de su cuerpo y terminaba en las alcantarillas. Era tan sencillo, que resultaba deprimente.

-La vieja va a matarme.

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-Hijo, ¿A dónde vas?

No lo dijo, pero Katsuki pudo deducir que su pregunta en realidad era: "¿A dónde piensas ir con esas heridas?", por cómo veía preocupado su mano torpemente vendada. Sin mencionar que sus viejas heridas no habían sanado del todo. Prefirió no responderle, lo veía innecesario.

On melancholy hillWhere stories live. Discover now