Una noche loca y el chico de ojos bonitos

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Sentado, en el sofá de su casa, meditaba sobre su vida.

Mickey Crispino, de 25 años, sentía que estaba en estado de shock desde hace más de una hora. Asumía que su reacción era –dentro de lo que cabe- normal.

No esperaba para nada esa situación. Realmente eso no estaba en sus planes.

-Hace un mes-

Decir que no estaba totalmente desorientado era poco. Realmente era muy poco.

Recordaba haber salido a una fiesta con su hermana, al cumpleaños de un tal... bueno, fue el cumpleaños de alguien y él había sido invitado, junto a su hermana.

Lo que recordaba era algo como, haber llegado sobre las 10 pm al lugar de la celebración, y haber conversado y conocido a varias personas. Una de esas varias le había dicho de ir a un bar. Recuerda llegar al bar, beber lo que no estaba escrito, y también recuerda unos bonitos ojos azules. Fin.

"No volveré a beber." –se dijo mentalmente. Después de todo, las consecuencias no estaban siendo tan divertidas.

Recapitulando un poco, a su mente llego lanzarse a los brazos de un chico de su misma altura, coquetear de forma descarada, y luego incitarle a irse a la cama...

"Definitivamente NUNCA más volveré a beber." – se repitió.

Lo que no esperaba era que realmente llegaran al momento cama. Y eso era más que obvio, estaba en un hotel, con un desconocido a su lado.

Debería estar en su momento drama, o por el contrario en momento furia. Pero simplemente salió de la cama con sigilo y empezó a vestirse. De manera muy 'madura' –porque esa mueca que había hecho su rostro no era un puchero, definitivamente no- ignoro el dolor que su parte baja envió a todo su cuerpo y siguió en lo suyo.

Una vez vestido, y habiendo salido de la habitación del hotel, tomo un taxi de camino a casa.

Llegados a este punto, en el confort de su departamento, en su adorada habitación, en su cama, con sus cosas cerca desato el huracán de sentimientos, emociones y reproches.

Moría de vergüenza y se recriminaba mentalmente haberse metido a la cama de un completo extraño. Y sí, haberse metido, porque no iba a admitir que el mismo le había seducido para llegar a ello –maldecía esos flashes de la noche anterior que le estaban llegando-. Es decir, estaba borracho –y suponía que el contrario también- y no era consciente de nada de lo que hacía, decía, o cualquier otra cosa de la cual pueda arrepentirse. No era su culpa. Era culpa del alcohol. Maldito alcohol. Maldito el idiota que le dijo de ir a un bar. Maldito el alcohol que para entonces tenía en el cuerpo y le hizo aceptar. Maldito el sexy castaño de ojos azules que le sedujo –llegados a este punto, si quería podía culpar a otros, total, eso era entre él y su consciencia- y maldito el universo que le hizo pensar que sería buena idea salir ese sábado. Porque no podía quedarse en casa viendo tele-basura, comiendo comida basura, y más tonterías. No. Él tenía que tener ganas de salir ese día, y jugarle el jovenzuelo que 'no seduce a nadie' -porque debía recordar que fue culpa del otro tipo- y dejar que el alcohol le quitara todo su buen carácter y convertirse en lo que sea en lo que se había vuelto esa noche. Su mente era un caos, grito contra el mundo, el universo, el multiverso y todo lo que pudo. Y el jarrón que compro en la tienda de baratijas pago el resto.

Pero, como punto positivo, y como secreto entre su consciencia y él, admitía que el chico era realmente guapo. Y ardiente, según las marcas de su cuerpo. Y volvería a repetir... Pero eso solo lo sabría él, su consciencia, y probablemente su hermana intentaría sonsacar esa información. Pero no lo lograría, porque lo que paso esa noche sería un secreto que se llevaría a la tumba. Así que Sala ya podía dejar de mirarle con esos ojos entre picaros y acusadores. No iba a hablar. Nunca. Ni bajo tortura.

Una noche loca y el chico de ojos bonitosWhere stories live. Discover now