単一の章

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Una vida llena de decepciones y dolor. Min YoonGi estaba harto y cansado de que siempre todo sea de la misma manera.

En su pasado estaba roto, escribiendo para desahogarse, sufriendo por motivos familiares, todo aquello por aceptar sugerencias de gente de su entorno. Él dejó de ser tan vulnerable a la hora de qué hacer algo o cómo hacerlo, siendo él, el total dueño de sus acciones.

De más está aclarar que el joven Min ha considerado el suicidio en más de una ocasión, pues su vida era una miseria.

Pero, estoy hablando en pasado, ¿verdad? Ya que un día, YoonGi fue a un café, pidió un americano amargo, abrió su computador en busca de plasmar su inspiración en forma de canción para presentarle a la pequeña empresa para la cual él trabajaba y se dispuso a escribir. Fue cuando un chico de unos años menor que él se acerco para, según YoonGi, perturbarle el momento de composición, cuando el joven únicamente le preguntaba si ya estaba atendido. Esto sólo puso de aún más mal humor al joven Min, razón por la que le respondió al menor afirmativamente de forma grosera e irrespetuosa.

Lo que él no sabía era que su asquerosa personalidad, producto de sus experiencias sociales, iba a llamar la atención del pelinegro, nuevo empleado de la cafetería que el de cabellos cenizas frecuentaba. 

Debido a ese hecho, los jóvenes se hicieron más cercanos, pues comenzaron a hablar y supieron que vivían en el mismo edificio.

El mayor, no quería aceptarlo bajo ningún concepto, pero, luego de meses de hablar con el menor, se dio cuenta que es poseedor de cierto encanto que lo cautivó, siendo él el primer amor de Min, quien creía que el amor no existía.

De este modo, Park JiMin era la primera persona que conseguía interactuar con el verdadero YoonGi, aquel cuyos ojos brillaban cuando hablaba sobre algo que le importaba, aquel cuyas palabras salían del corazón, cuyos amplios conocimientos tenían fundamentos. Ese Min YoonGi, que sólo él conocía. Que sólo él querría. Que aprendería a amar gracias a él.

Aunque, hasta el momento, Min YoonGi buscó ahogar sus sentimientos, no obstante como todo humano, siempre los tuvo presentes, siempre vivieron, aunque él logró mantenerlos escondidos hasta sus cortos veintitrés años de edad. Pero un día que estaba compartiendo con el menor, como solían ser la mayoría de sus tardes, él se quebró, todas sus emociones ocultas, cohibidas, limitadas, todos sus sentimientos que florecían hacia el menor se rompieron y precipitaron, precipitaron como la lluvia.

Park no entendía la situación de su mayor, por lo que solamente lo consoló, jamás esperando una muy particular declaración sobre sus sentimientos, inclaros, pero que correspondían a lo que el menor había comenzado a sentir meses atrás.

Su relación comenzaba a tomar forma, así cada uno dependiendo más del otro, de manera insana, comenzando a establecer una relación tóxica. 

Pero ambos se sentían llenos, se sentían satisfechos de cómo el otro individuo lo complementaba, de cómo se sentían comprendidos. Por lo que ambos jóvenes no tenían nada que replantearse. Ellos eran felices. O eso creía JiMin.

Porque aún después de todo lo que Park le hizo sentir, Min continuaba viendo el mundo a través del dolor.

Su relación duro semanas, que se convirtieron en meses. Así como crecía la duración de la pareja, crecía su dependencia, JiMin era el cuento de hadas de YoonGi y YoonGi era la vuelta a la realidad de JiMin. Ambos se amaban de una manera incomprensible para todo el resto de mortales que los rodeaban, desde afuera claro, pues Min no entablaba relaciones y por ende Park tampoco.

Entonces fue, cuando un día, como muchos otros, JiMin se dirigió hacia su empleo de medio tiempo en esa cafetería donde conoció al amor de su vida. Antes de salir le avisó a YoonGi, quien le dijo que debía avisarle cuando llegara al local, se besaron, dijeron que se amaban mutuamente y se besaron otra vez, nada inusual en su rutina diaria.

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