El frío metal del cañón se hundía en su sien, los ojos de ella se removían aterrorizados suplicándole ayuda. Y él respiraba pesadamente pensando una respuesta. La pregunta volvió a ser formulada: "¿Te importa si ella muere?". Aquellas palabras volvieron a recorrer su interior enfriando y erizando la sangre que aún no hervía.
Luchar por ella suponía mostrar un punto débil, arriesgar una longeva reputación y arruinar una vida sin apego y ataduras. Negarlo sin embargo le liberaría de la carga del alma y le bendeciría con el páramo vacío. ¿Qué valía más, una coraza de insensibilidad o la vibrante sensación de estar vivo por ella?
"No, no me importa".
La respuesta había sido dicha, una lágrima resbaló por su mejilla, una bala penetró en su cabeza y un cuerpo sin vida se estrelló contra el frío pavimento. El tiempo se detuvo, ya no había peligro, ya no había miedo, ya no había nada. Y eso fue lo que mas terror le provocaba. Acababa de perder todo atisbo de humanidad, acababa de perderlo todo sin haber luchado por nada. Ya nada volvería a ser como antes, siendo antes todo como nunca hubo sido.
Aquel era el comienzo oscuro de un embarrado camino. Un sendero que no ofrecería consuelo a los valientes que renunciaron a la verdad y se ocultaron cobardes tras una mentira. Un sendero plagado de mentirosos, mentiras y mentidos. Un sendero verdaderamente mentiroso.
Porque eso es lo que ocurría cuando alguien renunciaba al privilegio de ser sincero, se convertía en cómplice y verdugo de la verdad universal.
Porque eso es lo que ocurría cuando alguien se ocultaba bajo la segura sombra de la falsedad, y permitía que la verdad se desangrara en el suelo con una bala por mirada.
Porque eso es lo que ocurre cuando alguien miente, la verdad queda sometida a una ejecución con final en ninguna parte.