Capítulo 1

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  Mi boca tendrá ardores de averno, 
mi boca será para ti un infierno de dulzura, 
los ángeles de mi boca reinarán en tu corazón.

– Guillaume Apollinaire  


Saint-Maurice-de-Gourdans: Región Ródano-Alpes, año 1566.

En aquellos días se decía con insano ahínco que los gatos solían portar más de una vida, ya fuese por las similitudes físicas entre unos o simplemente por el producto de la absurda imaginación humana.

Pero yo como tal puedo dar testimonio de ello, recordaba perfectamente el día en que la imaginación se unió con la realidad, pues en una helada tarde de invierno algún antepasado cometió el error de comentarlo con esas criaturas cortas de mente ganándose así una muerte abominable, causada nada más y nada menos que por los dogmas religiosos de los humanos.

Aquello había quedado atrás, pero persistía la costumbre de atribuirle ciertas habilidades místicas a los de mi raza, la mayoría falsas y ¿Por qué no decirlo? Francamente estúpidas.

Justo ahora se encontraba sobre un viejo árbol que le otorgaba una buena vista de lo que acontecía entre las criaturas carentes de lógica, esos que habían relegado su libertad y mente a falsos líderes y sacerdotes que los usaban cual ganado. Sonrío con sus colmillos bien expuestos por lo patético de la situación, sus retinas captaban con cierto repudio a la mujer que sería quemada viva ante el corrupto tribunal que la juzgaba con falacias.

Sí, él sabía muy bien la historia tras la sentencia final de esa joven ¿el pecado? Haber rechazado a un líder eclesiástico de ser amantes, por obvias razones la muchachita había rechazado al asqueroso hombre de bastantes años por mero asco. Sin embargo, aquello había sido suficiente para sellar su destino, claramente la muerte era el único castigo viable para expiarla de pecado; Vaya estupidez.

Escuchó los horripilantes alaridos de dolor de la pobre alma condenada al fuego, mientras el olor a carne siendo quemada llegaba sus fosas nasales causándole un inminente mareo, a través de los años había aprendido a vivir con eso por lo que ahora ya no le afectaba como en un principio suponía una tortura para él. Tras media hora por fin todo había terminado, la mujer había sido reducida a cenizas y la muchedumbre se retiraba junto con el hombre que sonreía victorioso ante su hazaña.

Con todo el espectáculo finalizado, se retiró del árbol listo para merodear el pueblo. corría el año 1566 según el conteo humano y las calles de Saint-Maurice-de-Gourdans estaban ahora vacías tras la satisfactoria cacería, eso era suficiente por un par de días pues poco tardaban en encontrar un nuevo hereje. Pobres humanos no notaban ser manipulados, sus sacerdotes eran peores que muchos demonios que había conocido en su larga vida y lo realmente escalofriante, era que los humanos eran así por naturaleza.

Observó al cielo con nostalgia aquellos años en Egipto habían sido en verdad buenos, ahora su raza felina también era recriminada de los errores humanos, humillados ahora solo podían deambular esperando no ser encontrados por una turba enfurecida, solo algunos gozaban de la fortuna de ser protegidos por algunos sensatos que no se dejaban manipular por aquellos irracionales. Lamentablemente no se encontraba entre los afortunados, su única escapatoria era un viejo granero casi a las afueras del pequeño pueblo francés, aquella cabaña estaba abandonado desde hacía 6 años y nadie metía sus narices por temor, el anterior dueño había sido un hombre justo que de vez en cuando le daba de comer, la esposa e hija habían escapado tras su muerte atemorizadas de ser culpadas de alguna sandez. Él no las culpaba.

La vie Pour L'amourWhere stories live. Discover now