Hoy volví a sentir el sabor de tus labios, Marlboro rojo, te besé como solía hacerlo hace años, te besé en secreto. Nunca me han gustado los ojos curiosos, y no porque sienta culpa, no soy una santa, pero me gusta besarte a mi modo y a mis anchas, me gusta la sensación de que el tiempo no existe, y es más fácil sentirlo sin gente que te lo recuerde, sin gente que va con prisa, aunque claro, el concepto de tiempo siempre desaparece al primer contacto con el sabor del humo.
Mis besos favoritos fueron en aquel cuarto blanco y azul, en plena madrugada, cuando todos dormían y solo había silencio o alguna de mis canciones favoritas, las que ahora me recuerdan a ti, en esas ocasiones la ropa nunca hizo falta, ni siquiera en invierno, ni siquiera porque me volví mucho más friolenta cuando me mudé a esa pequeña casa. Yo solo necesitaba asfixiarme con tu sabor y tu aroma, hartarme de ellos mientras pudiera para después vestirme y deshacerme de la evidencia que pudiera hacerme ver culpable, recuerdo que tardaba días para borrar tu aroma por completo.
También recuerdo los besos en el balcón de mi cuarto (del de mi verdadera casa, donde besarte era un secreto aún más grande), desde donde uno puede sentirse el dueño del mundo, ahí es donde siempre he tenido el poder de detener el tiempo, o de ser invisible, varía según mi humor. Probablemente sea ahí donde te bese la próxima vez, aunque no sé cuándo será.