Única parte

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   Jamás había creído en aquellas personas que decían enamorarse a primer vista. Me parecía bastante... falso. Puede pasar que te guste alguien por su físico; por lo que ves en el exterior. Pero eso, ¿era suficiente para decir que estás enamorado?. Esa palabra, y aún más el sentimiento, es demasiado grande para catalogar como "enamorado" a alguien que vez por primera vez.
  No creía en ello, no hasta el día que conocí a MyungSoo. El ser más perfectamente imperfecto que mis ojos vieron. Y solo me tomó seguirlo con la mirada para conocerlo y saber cuanto me gustaba. Cuan enamorado podía llegar a estar de él.





  Era una tarde de perfecto clima, el día que lo conocí. El sol estaba radiante, brillando en el despejado cielo, sin embargo no era lo suficiente fuerte como para quemar la piel. El viento era suave y refrescante.
  Me encontraba con mi Hyung, bajo un árbol a un costado de la gran entrada a la universidad. Mis ojos vagaban distraída mente entre las persona que por allí pasaban. Y hubiese seguido así por un largo rato, de no ser por la figura de un chico que caminaba solo entre medio de los grupos de amigos. "¿Quien es él?", pregunté sin desviar mi vista hacía mi hyung. "Kim MyungSoo, del departamento de arte", respondió de la misma forma SungKyu, mirando sólo por un segundo al chico. "¿Cómo lo sabes?"; mis ojos no se despegaban de aquella relajada figura que caminaba sin apuro ni preocupación. "Tal vez, ser el presidente de ese departamento, me ayuda a saber ciertas cosas". Resoplé por la irónica manera de responder de mi hyung, y seguí mirando a aquel chico. En esos momentos agradecí la enorme distancia que había entre la entrada principal y el edificio. "¿Por qué preguntas?". "Curiosidad. Nunca la había visto antes", respondí levantando mis hombros, intentando demostrar desinterés, perdiendo mi vista por donde el chico se había ido, agradeciendo que SungKyu no sugiera preguntando al respecto.




  Cuatro meses después de haberlo conocido, junté el valor suficiente para declararme. No tenía nada por perder; dentro de mí albergaba cierta esperanza de ser correspondido. En varias ocasiones lo descubrí mirándome, lanzándome tímidas sonrisas que marcaban sus tiernos hoyuelos, haciéndome derretir por dentro. Estaba decidido, por eso me encaminé hacía la entrada principal de la universidad, donde lo esperaría, y hablaría con él.
  Me senté en un cantero que allí había, desde donde tenía un amplio panorama y podía ver con facilidad a todos quienes salían. 
  Fue cuestión de unos minutos más, cuando una familiar figura se interpuso en mi camino. Ese delgado y fino cuerpo lo había visto en algún lugar, y la chulesca pose se me hacía terriblemente familiar. 

  - ¿Jjongie? -, intenté llamar, aunque sonó más a un cuestionamiento. 

  El delicado y pulcro rostro de mi hermano dándose vuelta, me sorprendió muchísimo. Y estoy seguro que lo mismo pasó con él, pues sus enormes ojos, se encontraban aún más abiertos. 

  - ¡Yeol!, ¿qué haces aquí?-, preguntó acercándose, tomando lugar junto a mí.

  - Pues, aquí estudio - respondí obvio -. ¿Y tú...?.

  - Vine por mi novio - respondió de lo más natural.

  - ¿Tienes novio?.

  Asintió sin mirarme.

  - Deberíamos hablar más seguido.

  - Quizás.

  Me limité a responder, aún con el gesto de asombro en mi rostro.

  SungJong y yo no vivíamos juntos. Después de que nuestros padres se separen cuando apenas éramos unos niños, él se había criado  con nuestra madre, y yo con nuestro padre. No nos llevábamos mal, al contrario de ello nuestros padres se habían encargado de que mantengamos nuestra relación de hermandad, cuidando de que compartamos fechas de festejo. Sin embargo, no compartíamos el fuerte lazo entre hermanos como cualquier otro. A pesar de esto, nos queríamos mucho y sabíamos que podíamos contar con el apoyo y protección del otro. Pero teníamos estos detalles, estas pequeñas cosas de no saber mucho sobre qué sucedía en la vida personal del otro.
  El silencio estaba siendo un poco incómodo, y pregunté sólo por cortesía sobre su relación, enterándome que llevaban casi siete meses de noviazgo, que mi madre sabía sobre ello, y obviamente conocía al chico en cuestión. También, que mi padre no sabía nada al respecto. Y no pude obtener más información, no cuando mi hermano se levantó y salió corriendo de pronto. Mi corazón se aceleró por unos segundos, para después parar súbitamente. Podía sentir, como cada paso que mi hermano daba, mi corazón perdía un valioso latido, hasta sentir como era estrujado con fuerza, viendo como los brazos de mi menor se enredaban a un masculino cuello, y como los finos labios de SungJong, se unían a los labios que tanto ansiaba probar.
  Me quedé estático en mi lugar, con la mirada fija sobre ellos, pero sin llegar a verlos realmente. La silueta de mi hermano, y la del chico por el cual estaba loco, se acercaban tranquilamente a mí. Sus manos entrelazadas, y la radiante sonrisa en el rostro de JJongie, era suficiente para saber que MyungSoo, el chico que me enamoró entre miradas, era su novio.





  Unos meses más tarde a eso, SungJong entró a nuestra misma universidad, y nuestra relación de hermandad se volvió más estrecha. Así como mi relación de amistad con MyungSoo...
  Jamás confesé mis sentimientos, sin embargo él lo supo. No sé cómo, pero los notó. A pesar de mis incansable esfuerzos por olvidarme de él, y evitar que mis sentimientos sean notorios, él lo supo. Quizás fueron mis furtivas miradas hacía él, o mi extrema incomodidad y molestia cuando ellos se demostraban cariño. Para mi suerte, SungJong nunca se dio por enterado de esto.

  No recuerdo con exactitud el momento en que el coqueteo mutuo comenzó. Creo que se dio naturalmente, y mi felicidad fue completa al notar lo receptivo que era MyungSoo ante ello. Lo que sí recuerdo con claridad, fue el día que nos besamos por primera vez.
  Fue el día de su cumpleaños, unos seis meses después de habernos conocido formalmente. Esa noche, SungJong había organizado una pequeña reunión a modo de festejo en nuestro departamento. No eran demasiados los invitados, pero el espacio reducido de nuestro piso daba la impresión de que estaba repleto de gente. Salía de mi habitación, con regalo en mano para ser entregado a su futuro dueño, cuando lo crucé en el pasillo que conducía a la sala de estar. Sonriente, se lo entregué deseando que le gustara, y lo abrió más emocionado de lo que pude haber imaginado. Aún habiendo pasado seis meses, y sabiendo a sobras que es el novio de mi hermano menor, mis sentimientos por MyungSoo no se habían disipado. Y al contrario de ello, había incrementado. Había descubierto la fantástica y divertida personalidad que tenía. Y que a pesar de su porte serio, tímido y taciturno, MyungSoo era la persona más simpática y divertida que había conocido.
  Me agradeció el regalo feliz, diciendo que le encantó. Recuerdo que le compré una campera negra, con capucha, muy simple y de su estilo. Y era hasta el día de hoy que aún la usaba. Luego de eso, iba a regresar al living, en donde todos se encontraban reunidos, pero su agarre en mi muñeca me hizo volver a mi lugar. "Es hermoso el regalo, Yeollie. Pero no es lo que esperaba recibir de ti". En aquel momento me encontraba totalmente perdido entre sus obscuros ojos y en su voz nombrando aquel sobrenombre que él mismo me había puesto. Recuerdo que miró hacía el pasillo, regresó la vista hacía mí, y levantando su mano izquierda, la apoyó sobre mi mejilla derecha, y con gran lentitud se acercó a mi rostro, tocando sus labios con los míos. Por instinto, o quizás por querer sentir más, cerré mis ojos disfrutando de la suave textura que me regalaba. Movió sus labios delicadamente, correspondiendo torpemente a sus movimientos no sabiendo cómo actuar. Luego se separó, me miró, sonrió sutilmente acariciando mi rostro haciendo que mi pulso se acelere al cien por cien, y sin más regresó a la fiesta con los demás.

  Y así fue, tan simple y complicado como eso, con sólo unir nuestros labios por unos segundos, comenzamos a querernos ocultamente.
  Al comienzo, nos encontrábamos cada quince días, a solas obviamente. Aunque, la espera para volver a vernos en privado se nos hacía demasiado tortuosa, por lo que después de unos cuantos encuentros decidimos vernos una vez por semana, haciendo que irremediablemente mis sentimientos por él, crezcan día con día. Así como también lo hacía la culpa.

  Nuestros encuentros eran muy casuales, como si dos buenos amigos salieran a entretenerse por la tarde. Al comienzo así era, una simple salida entre amigos, luego pasó a encuentros entre dos personas  que se estaban conociendo, para luego ser citas donde nos cortejamos mutuamente, a ser citas más formales, terminando por ser salidas de parejas.
  Fue así, casi sin darnos cuenta, sin querer, o quizás todo lo contrario, nos enamoramos el uno del otro. Y este no era un gran inconveniente, ni tampoco el que fuésemos cuñados, nunca nos comportamos como tales. El problema era que ninguno de los dos era lo suficientemente valiente para confesar la verdad  a SungJong. Ninguno de los dos quería verlo sufrir, ni ganarse su odio y su posterior rechazo.
  Aún no lograba entender cómo soportábamos el peso del amor mutuo que nos tenemos, la culpa por engañar a SungJong y la molestia de ocultarnos todo el tiempo. Pero era algo que no podíamos evitar, el amor y el deseo de estar juntos era mucho más fuerte.






  

  Sentí su cuerpo removerse a mi lado, dándose vuelta, para después abrazarse a mi desnuda cintura. Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que tocó mi cuerpo, pero siempre lograba ponerme nervioso y ansioso. Me acomodé entre sus brazos, y sonreí de gusto al sentirme tan suyo. Si teníamos suerte, nadie nos descubriría jamás...

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⏰ Last updated: Feb 10, 2018 ⏰

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