Día segundo

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Abrió los ojos, el leve soplido del viento golpeaba sobre su rostro, escuchó el sonido de los árboles estremecerse y sintió la fresca sensación de un pronto amanecer, se levantó despacio del suelo, estaba totalmente anonadado como si no supiese nada de lo que ocurrió la noche anterior.

Bajó su mirada, estaba descalzo, tenía los pies sucios y con moretones, recorrió la vista sobre sus manos y brazos, su rostro quedó pálido al notar los leves hematomas que presentaban sus antebrazos, le dolían mucho, como si alguien lo hubiera sostenido con unas cadenas y arrastrado por todo el campo, su cuerpo temblaba de pavor al notar lo que sucedía con él y a su alrededor, en ese instante su mente se tornó en blanco, presentándose un bloqueo mental, trataba de recordar imágenes sobre lo que pudo haber ocurrido la noche anterior de porqué apareció en ese estado y en ese lugar, pero era totalmente inútil.

Su cabeza comenzó a doler al hacer el esfuerzo de acordarse de algunas imágenes. Recorrió la mirada por todo el lugar, no había nada más que árboles y algunas partes montosas, pero un objeto a la par de un tronco de un árbol llamó su atención, se acercó y miró que era un Baphomet, se preguntó de dónde había salido, la intriga le permitió verificar a su alrededor y habían más objetos extraños y poco a poco iba notando que estaba todo lo que había llevado al lugar.

-¿De dónde salió todo esto? ¿Quién pudo haber tirado éstas cosas tan horribles aquí? Es todo muy extraño, yo, yo, -balbuceó- debo llegar a casa antes que mis padres se den cuenta que no estoy -se dijo así mismo en un tono de voz temeroso, miró que había algo entre el monte, se agachó y lo tomó- ¿Esto es un cáliz? ¿Quién rayos tiraría uno en la nada? -mientras miraba los objetos que había encontrado, se quedó un instante estupefacto, su cabeza empezó a dolerle más, y leves flasheos aparecieron en su mente de la nada, imágenes de segundos donde recordaba cuando llegó al lugar, las cosas que ordenó antes del culto, las hojas de papel que contenían las palabras de peticiones y maldiciones, a su mente llegó una voz que le susurraba: "¡Belcebú!".

No pudo evitar sentir mucho temor, él nunca hubiera sido capaz de cometer tal cosa, pero la persona en la que se convirtió ahora lo incitó al mal. Todos sus sentimientos estaban atrapados y revueltos entre sí que no sabía diferenciar el amor con obsesión, el bien con el mal, la envidia con el odio. De lo que sí estaba seguro era del pavor que espeluznaba sobre cada parte de su cuerpo en ese instante, percibió un leve escalofrío que lo hizo estremecerse y preocuparse por llegar a casa en cuento antes, sabia que si sus padres se daban cuenta de que no pasó la noche en casa, o peor aún, que estuvo haciendo rituales satánicos, lo castigarían y muy duro.

Salió despavorido de aquel lugar antes que alguien se diera cuenta que estuvo ahí, pero el sol ya estaba saliendo y no le quedaba mucho tiempo. Aceleró el paso, caminó por todo un largo sendero donde abundaban los árboles, Pasaba cerca del cementerio, dejando aquel sitio atrás, pero mientras huía, escuchó una voz decirle:

-¡Hey! ¡Jovencito, porqué huyes! ¡¿Acaso te has robado algo?!...

Asomó la vista sobre su hombro, y pudo ver que era uno de los guardias de seguridad, entonces corrió lo más rápido posible por si aquél decidía correr detrás de él.

El hombre no se molestó siquiera en intentar seguirlo, por lo que lo dejó pasar por alto. Mark aún estaba lejos de su casa y lo único que le quedaba era apresurarse.

Era el llamado mes de "las brujas", octubre, época en la que se reportaban muy seguido casos de personas que violaban la privacidad en los cementerios, abriendo las tumbas y robando huesos de los cadáveres, incluso en donde se encontraban con artefactos satánicos. La mayoría era hecho por jóvenes. Por esa razón los policías habían dado ordenes a que los guardias de seguridad en los cementerios estuvieran atentos ante cualquier anomalía que se presentara.

Septima DiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora