Única parte

34 1 0
                                    


Las lágrimas caían sin cesar. Estaba segura de que no tenía el aspecto de la dama que me gustaría ser, pero no podía dejar de llorar por lo que me había hecho mi ex-novio, el cual acababa de cortar conmigo de una forma muy brusca. Fue tan cruel como todos los hombres lo son siempre, sin excepciones. Siempre me pasaba lo mismo con ellos, incluso si cambiaba mi actitud. Los que hacían las cosas mal eran ellos, no yo.

—Un café cortado, por favor —pedí en cuanto fui capaz de gesticular palabras con coherencia, ya algo más calmada después de haber estado llorando durante casi una hora.

Me limpié el rostro con un suave pañuelo de tela que siempre llevaba encima. No era la primera vez que me encontraba en una situación como ésa debido a que había sido engañada por otros manipuladores antes. En serio, todos los hombres son iguales. ¡Todos son unos sucios manipuladores!

Oí que había un manipulador experto que se podía encontrar cada día a las cinco a la biblioteca de mi pueblo. Se trataba de un muchacho de buen ver algo más joven que yo, encantador por fuera y podrido por dentro. Era por eso estaba allí, en la cafetería que había justo enfrente de la biblioteca, esperando a que el sujeto apareciera si no lo había hecho ya. Quería comprobar si era tan horrible como mis ex o si había tenido una mala suerte impresionante al elegir siempre a los mayores manipuladores, pero lo observaría desde la distancia por precaución. No me atrevía a involucrarme con una persona como ésa.

Me entretuve tomándome el café antes de entrar a la biblioteca para revisarla en busca del sujeto, pero enseguida aborté la misión porque detecté a un chico tan atractivo que no me permitía apartar la mirada de él. Era precioso, como una obra de arte, con cada rasgo perfilado a la perfección. Se veía tan simétrico que se tornaba irreal, poseía un aura misteriosa que me apasionaba y las gafas que acompañaban a sus azules orbes sólo hacían que su apariencia de chico guapo e inteligente quedara acentuada.

Volví en mí al ser alertada por alguien de que estaba manchando el suelo de saliva. En ese momento tomé valor, me limpié la boca con la manga derecha, dejé de lado el detalle de que acababa de babear de forma exagerada en público y fui a misma mesa que el hombre-monumento, el cual estaba leyendo sin cambiar de expresión. Se le veía interesante e inteligente a más no poder. Era prefecto.

Me detuve antes de sentarme a su lado al caer en cuenta de cierto "detalle". Encajaba a la perfección con lo que me describieron sobre el manipulador, por lo que era evidente que se trataba de él. El miedo me venció y abandoné el edificio para volver a la cafetería. No me atrevía ni a observarlo desde la distancia por pura precaución. Había ido allí a perder el tiempo.

—Un café cortado, por favor —volví a pedir.

Una vez más, me lo entregaron y comencé a beberlo con calma, pero no duré mucho rato así. En menos de un minuto, un chico me pidió permiso para compartir mesa y, con el corazón a mil por hora, se lo di. Y con eso me refiero tanto al permiso como al café, aunque ni yo supe el motivo de lo segundo. Estaba demasiado nerviosa. No pensaba con claridad. Me ponía muy tonta cuando un hombre se me insinuaba de cualquier modo y él lo estaba haciendo de una forma muy evidente al querer sentarse conmigo. No me había fijado en ese chico antes, ya que por apariencia no resaltaba. No lo vi llegar, sólo aparecer de la absolutamente nada, como un ángel caído. Parecía mi guardián, y tal vez lo fuera. Sería mi chico perfecto, estaba segura. Era agradable, no tan elegante como para tener que estar pendiente todo el día por la competencia, educado... Era un hombre perfecto, sin duda.

Hombres... No pude evitar recordar al desagradable de mi ex, por lo que empecé a llorar como si quisiera deshidratarme en cuestión de segundos. Para mi sorpresa, pude durar un buen rato soltando líquido sin sentir que me estaba quedando sin.

Un café cortado, por favorWhere stories live. Discover now