Vino mi hermano y se asustó:
-No te dejaré volver allí- Y mi padre que le dice:
-¿A este no lo vas a dejar? ¡Si es capaz de entrar por la ventana! ¡O por la escalera de incendios!-
Un día, me voy..., regreso y sobre la mesa tiene una naranja... Grande, no amarilla, sino rosada. Él sonríe:
-Me la han regalado. Quédatela.- Pero la enfermera me hace señas a través de la cortina de que la naranja no se puede comer. En cuanto algo permanece a su lado un tiempo, no es que no se pueda comer, es que hasta tocarlo da miedo -Venga, cómetela- me pide -Si a ti te gustan las naranjas- Agarro la naranja con una mano. Y él, entretanto, cierra los ojos y se queda dormido.
Todo el rato le ponían inyecciones para que durmiera. Narcóticos. La enfermera me miraba horrorizada, como diciendo... ¿Qué será de mí? Yo estaba dispuesto a hacer lo que fuera para que él no pensara en la muerte... ni sobre lo horrible de su enfermedad, ni que yo le tenía miedo...
Hay un fragmento de una conversación. Lo guardo en la memoria. Alguien intenta convencerme:
-No debe usted olvidar que lo que tiene delante ya no es su marido, un ser querido, sino un elemento radioactivo con un gran poder de contaminación. No sea usted suicida. Recobre la sensatez-
Pero yo estoy como loca: <<¡Lo quiero! ¡Lo quiero!>>. Él dormía y yo le susurraba: <<¡Te amo!>>. Iba por el patio del hospital: <<¡Te amo!>>. Llevaba el orinal: <<¡Te amo!>>. Recordaba cómo vivíamos antes. En nuestra residencia... Él se dormía por la noche solo después de tomarme de la mano. Tenía la costumbre, mientras dormía, tomarme de la mano... toda la noche.
En el hospital también yo le tomaba la mano y no la soltaba.
Es de noche. Silencio. Estamos solos. Me mira atentamente, fijo, muy fijo, y de pronto me dice:
-Qué ganas tengo de ver a nuestro hijo. Cómo es-
-¿Como lo llamaremos?-
-Bueno, eso ya lo decidirás tú-
-¿Por qué yo solo, o es que no somos dos?-
-Ok, si es niño, que sea Vitya, y si es niña Natasha-
-¿Cómo que Vitya? Yo ya tengo un Vitya. ¡Tú! Y no quiero otro-
¡Aún no sabía cuánto lo quería! Solo existía él. Solo él... ¡Estaba ciega! Ni siquiera notaba los golpecitos de debajo del corazón. Aunque ya estaba en el sexto mes. Creía que mi pequeña, al estar dentro de mí, estaba protegida. Mi pequeña...
Ningún médico sabía que yo dormía con él en la cámara hiperbárica. No se les pasaba por la cabeza. Las enfermeras me dejaban pasar. Al principio también me querían convencer:
-Eres joven. ¿Cómo se te ocurre? ¡Si esto ya no es un hombre, es un reactor nuclear! Se quemaran los dos.-
Y yo corría tras ellas como un perrito. Me quedaba horas enteras ante la puerta. Les rogaba, les imploraba. Y entonces ellas decían: <<¡Que te parta un rayo! ¡Estás loca perdida!>>.
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Una solitaria voz humana
FanfictionTwo-shot Adaptación de entrevista a Ludmila Ignatenko con respecto al accidente de Chernóbil. Si no sabes de este tema mejor investiga. Tema sensible. Contiene mpreg.