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—¿Y bien? —preguntó por última vez. —¿Aceptas o no?

El chico continuó viéndole por medio del espejo, analizando cada facción de su rostro,cada gesto y cada mirada que le dedicaba. Sin duda era idéntico a "él " pero sabía que no era mas que una copia barata de lo que alguna vez el azabache llegó a ser.

Lentamente, caminó hacia aquella figura para después tomar entre sus manos aquel rostro que tanto ansiaba ver y que conocía de memoria. Observó cada detalle de él, su cabello crespo, las casi invisibles cejas, su piel aún más pálida de lo que recordaba, sus labios secos y finalmente sus ojos. Se detuvo en ellos y notó que a diferencia de otras veces, esos grandes orbes negros no reflejaban brillo alguno ni siquiera una señal de vida, dándole a entender que era cierto. El moreno había muerto y por lo tanto era imposible que volviera a estar a su lado. 

—Basta. —pidió amablemente mientras las lágrimas se desbordaban sobre sus mejillas. —Por favor, basta. —insitió apartándose. 

—¿Por qué? ¿Acaso no lo extrañas? —aquella pregunta derrumbó la fortaleza que intentaba mostrar. Claro que lo extrañaba pero sabía a la perfección que no podía hacer nada porque los muertos no pueden relacionarse con los vivos, así de sencillo.  —¿Acaso no lo amabas?

—Lo hago. —confesó con la voz quebrada. —Claro que lo hago y es por eso mismo que no puedo ser tan egoísta y traerlo de vuelta. 

La silueta simplemente caminó hasta donde estaba y lo abrazó por la espalda, rodeando todo su cuerpo y cubriendo sus ojos. 

—Aún tienes otra opción. —murmuró dulcemente mientras jugaba con sus cabellos. Quería llevárselo, de verdad quería hacerlo así que no le importaba si tenía que recurrir a sus trucos más sucios, el alma de Atsushi era algo que simplemente deseaba. 

Por su parte, el otro comenzó a dudar si aceptar o no. Entendía a la perfección aquel comentario pues el mismo Dazai le había comentado que se alejara de la muerte sin embargo, su pena era tan grande que inevitablemente terminaría accediendo a sus peticiones y entregándose a ella. 

—No es buena idea. —replicó haciendo un esfuerzo  por no ceder. —Yo no quiero que Akutagawa se llegue a sentir mal por esto. No quiero que crea que es su culpa porque...yo sé lo que se siente el cargar con eso. 

El mayor asintió envolviéndo con mayor fuerza al chico, segurándose de que no pudiera apartarse de él en lo absoluto. Depositó un pequeño beso en su cabeza y buscó sus manos para entrelazarlas. 

—Dime Atsushi, ¿cómo fue que murió Akutagawa? 

El aludido no quizo hablar, sus manos comenzaron a temblar y en ese momento su llanto se volvió aún más fuerte. La muerte lo notó y no pudo evitar encorvar un poco sus labios a causa de la satisfacción que sentía. Su víctima estaba cayendo en sus trucos.

—¿Entonces? —habló calmadamente. —¿lo recuerdas o no?

Atsushi cerró los ojos fuertemente. Claro que lo recordaba, era imposible olvidar aquella imagen en donde la vida de  su compañero poco a poco se esfumaba. Jamás olvidaría aquella impotencia que sintió al darse cuenta de que él se había ido de ese mundo para nunca regresar. Y todo porque no pudo protegerlo como era debido.

—C-claro que lo recuerdo. —el nudo en su garganta volvió en ese instante. —Él murió entre mis brazos, murió por mi culpa, porque no pude hacer nada porque soy patético, inútil y un bueno para nada. —preso por la angustia no pudo evitar quebrarse. Sus rodillas temblaron y las fuerzas le faltaron, así que terminó desplomándose. —¡Yo maté a Akutagawa! —gritó finalmente, esperando que eso aliviara su dolor mas fue en vano.

La figura no dijo nada, simplemente esperó a que terminara con su lamento. Lo observó con lástima, como siempre hacía cuando sus víctimas finalmente se entregaban a ella aunque ésta vez la sensación que le provocaba ver a ese chico destrozado era diferente a las otras ocasiones. Cuidadosamente se incó para quedar a su altura y lo tomó por el mentón. Acarició un poco su mejilla con la mano libre y secó sus lágrimas.Soltó un suspiro. No solía complacer los deseos humanos pero ésta vez haría una excepción. 

—Escucha, tigre. —habló con la misma voz que Atsushi había grabado en su memoria. —Todo estará bien, ¿entiendes? Yo lo estoy  así que quita esa patética cara. 

El menor se sorprendió al escuchar aquello y dejó escapar una leve sonrisa. Ahora esa imitación sí sonaba como su verdadero Akutagawa. 

—No eres él. —insitió. —Puedes parecerlo pero no lo eres. 

—Lo sé, yo soy la muerte. 

—¿Piensas llevarme ahora? 

—Ese es mi plan pero al parecer no vendrás conmigo, ¿cierto? 

Atsushi negó con la cabeza. —No, sólo quiero irme si es con él. 

Resignado, la muerte se levantó y cambió por completo su físico. Ahora no era mas que un cádaver cubierto por una túnica negra. 

—Bien, si esa es tu última voluntad creo que puedo cumplirla. 

De su manga derecha, sacó un poco de tierra y la dejó caer en el suelo, quedándo delante del humano. Se inclinó y sopló, haciendo que el polvo se levantara y poco a poco se transformara en la viva imagen del azabache. 

—Listo. —le dio la espalda y salió de la habitación. —Tenemos un trato.

El menor se quedó inmóvil, simplemente no podía creer lo que veían sus ojos. Delante de él estaba la persona que más amaba en el mundo y a la que más quería ver pero sabía que le era imposible, al menos hasta ahora.

Se talló unas cuantas veces los ojos y al comprobar que él seguía ahí, no dudó más y corrió para abrazarle. El gesto fue correspondido y profundizado pues nuevamente se encontró rodeado por los brazos del mayor aunque había algo diferente en ello. 

—Estás frío. —dijo hundiéndose en su cuello, intentando recordar su aroma una vez más.

—Es algo normal en los muertos, tigre. —habló el moreno mientras acariciaba su espalda, cerrando los ojos. Nunca creyó volver a verle pero ahora, aunque fuera por un instante, quería tener todo del detective.

—Perdóname Akutagawa, por favor perdóname. 

—Tigre, está bien. —intentó tranquilizarlo. —Yo decidí que las cosas fueran así, no fue tu culpa.

—Pero aún así, yo no pude hacer nada. Ni siquiera fui de ayuda y tú terminaste...

—La muerte es algo inevitable, tarde o temprano pasaría. 

—Pero yo...

—Tigre, ya no importa. —volvió a decir. —Es mejor así.

Atsushi entendió que era inútil el seguir culpándose por aquello así que finalmente aceptó las cosas. Después de todo, el final estaba por llegar. 

Se aferró aún más al abrazo y colocó su cabeza en el pecho del mayor, intentado oír los latidos de su corazón pero justo como lo imaginaba, no había pulso alguno. Akutagawa era solo el recuerdo que había en su memoria y un alma en pena que había venido para llevarlo al otro mundo. 

—Vamos. —dijo decidido. 

—¿Estás de acuerdo con esto? 

—Quería verte, era lo único que quería así que está bien. 

—Como quieras. —el mafioso sonrió levemente y tomó una de sus manos, entrelazándola. —Cierra los ojos. —pidió. 

—¿Dolerá? —dijo antes de obedecer aquella orden.

—En lo absoluto. —aseguró mientras se acercaba a su rostro y lo tomaba delicadamente. —Tus últimas palabras.

Atsushi sonrió, esperando ansiosamente por aquel dulce beso que lo uniría nuevamente con su amado y ésta vez para la eternidad.

—Te amo. 

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