Todo final tiene un origen.

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Pasado. Presente.

"No hay rosas sin espinas",como no hay relaciones perfectas,ni menos inicios perfectamente premeditados donde todo apunte hacia una senda deseada. El destino es astuto,un jugador hábil y nosotros no somos más que las humildes piezas en un tablero donde la libertad existe hasta cierto límite y esta misma es y será siempre una libertad efímera,pero deseada.

Deidara la deseaba,itachi también,pero pensaban que sus destinos ya habían sido sellados.

Y como decirlo?,ellos mismos sabían que su comienzo no había tenido la estética del amar típica propia de ser anhelada, esa que desde niños nos queda plasmada en el inconsciente colectivo, ellos se veían como un "algo" que iba directo hacia al fracaso o directo hacia algún lugar bastante pisos alejados de la gloria,pero que seguía dentro de los límites de ser un pseudo éxito,ambos solían compartir pensamientos bastante similares sobre ellos juntos,pero cada uno en sus propias mentes alborotadas,pues itachi y deidara poco hablaban de los sentires de la vida,eran una pareja fuera de lo que normalmente era dictado por la sociedad,en general estaban alejados de todo lo que estaba en los parámetros de la normalidad,un dúo que muchas veces vivían en una incongruencia constante,en un tira y afloja que pretendía ser una relación.Quien podría estar con alguien sin saber para donde apunta todo y donde exactamente se inicio?.
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Deidara se sabía solo, se sabía que era un renegado no solo de iwagakure la aldea que lo vio nacer,sino que de su propia existencia en general.El se sabía que apenas unos años fueron los que tuvo conciencia de lo que era tranquilidad,de lo que era sentirse parte de algo, en aquel entonces era su familia,aquellos fueron los tiempos en los que sus padres existían,en los que descansaba en los brazos ajenos sin preocuparse de nada más.
Días efímeros en su memoria,que como su mismo arte no volverían más.

En el fondo deidara era un Niño aún.
-si,pero uno artista- pensó.

Aquello lo reconfortó,saberse artista y el arte mismo lo reconfortaba,le hacía sentir que en esta vida cumplía un papel, y aquel modo de vida le permitía plasmar cada deseo reprimido en cada escultura de arcilla que cuidadosamente moldeaba.

El arte era tan efímero como lo que sabía el que viviría.Aquello no lo hacía sentir mal,más bien tenía la atracción casi sensual y prohibida de fallecer,aunque no sin antes pelear,pelear con todas sus fuerzas a través de su arte.

Después de haber sido derrotado por aquel hombre y haber sido reclutado a la fuerza en Akatsuki, tuvo mucha posibilidades de poder irse,pues ya no era un niñato con poderes sin refinar, el había entrenado hasta caer dormido, había pasado días enteros buscando un arte final y inmiscuyéndose en las posibilidades de ampliar sus creaciones, el tenía el poder de irse aunque fueran tras de el después de desligarse de la organización,pero sabía que era un ser escurridizo y que sería difícil que esta vez lo localizaran,pero optó por quedarse,pues tenía dos grandes razones, una que se sentía parte de algo después de mucho tiempo, y la otra era aquel.

Quería derrotar al hombre que había cortado sus alas que tanto le había costado recuperar. Quería poder reivindicar su arte.

Itachi Uchiha,era aquel,era el hombre, era su musa, pero no de sus creaciones, de la vida más bien,de pronto se había vuelto su gran razón de ser,su obstáculo que le había dado sazón a su camino hacia la muerte,una con tintes de lo efímero. Aquel ser sin expresiones a quien le profesaba odio cada vez que sus cuerdas vocales se lo permitían lo había hecho sentirse menos solo dentro de la crueldad del mundo Shinobi.

La estética de amar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora