Prefacio.

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Egipto, 20 de mayo de 1997.

Mas alla del gran palacio, una mujer esbelta caminaba por el bosque.

Estaba aburrida y desesperada.

Su esposo, un dios egipcio, yacia tiempo que no la complacia en sus deseos intimos y ella no lo comprendia.

¿Que habia echo ella? ¿Que acaso no era lo suficientemente buena para complacerlo?

Solto un suspiro de frustacion.

—No lo entiendo—se dijo a si misma.— ¿Es que acaso tengo mal cuerpo?— pregunto tocando sus curvas.

No, eso no podia ser. Ella era demasiado bella y sensual.

Un crujido a sus espaldas la saco de sus pensamientos.

Se giro algo asustada esperando encontrarse con su esposo, pero vaya sorpresa que se llevo al encontrarse a un hombre cuyo aspecto era digno de un dios.

Sonrio con malicia cuando una idea paso por su mente.

—¿Que te trae por aqui mi fiel subdito?— pregunto coqueta acercandose a el.

El hombre que se encontraba admirandola con gran lujuria evidente, fruncio el ceño al escucharla dirigirse a él como "subdito".

—¿Subdito?— pregunto con burla, alzando una ceja.

La diosa se desconcerto un poco.

¿Que acaso no era un subdito? ¿O sera que era un enemigo?

—¿Quien eres?— pregunto la diosa algo tajante, cambiando por completo su actitud.

El joven, que hasta ahora se encontraba tapado con una capa, la tiro a sus pies, dejando al descubierto su majestuoso cuerpo.

—Soy Pan— se presento con una sonrisa coqueta— Dios griego de la lujuria.— finalizo extendiendo su mano hacia ella.

La mujer sonrio con alivio y extendio su mano para que la besara.

—Soy Bast, diosa egipcia del placer.— respondio coqueta, volviendo a su actitud inicial.

Pan beso su mano con suma delicadeza y acto seguido, la atrajo hasta si, chocando pecho con pecho y rodeando su pequeña cintura con una mano.

Los dos dioses se miraron con intensa lujuria y se acercaron peligrosamente.

—Oh bella diosa, eres tan tentadora.— susurro el dios griego a escasos centimetros del rostro de la bella mujer.

La diosa Bast sonrio, olvidandose por completo de que era casada y que por ende, debía guardarle respeto a su marido.

—Creo que eso lo podemos solucionar.— respondio la gran diosa y en un acto de deseo, estampo sus labios contra los de él.

Lentamente se deshicieron de sus prendas y se unieron en un acto pasional, fundiendo sus cuerpos en medio de aquel bosque y con la luna de testigo.

Fue ahí donde crearon a la pequeña Aleyda, que mas tarde, seria un gran problema para ambos.

¿El infierno o el olimpo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora