XIII
A LA MITAD DEL EXÓTICO BOSQUE, REY SE SOBRESALTABA cada vez que escuchaba un
sonido y miraba alarmada cada rama que movía el viento y cada hoja que caía.
Sosteniendo firmemente el bláster, se abstuvo de disparar hacia el lugar donde percibió
movimiento por temor a revelar su posición a sus perseguidores. Luego sintió que había
algo justo delante; redujo su velocidad y levantó el bláster. Una figura salió de detrás de
un árbol.
Era la figura de la pesadilla, y blandía un sable de luz que no se parecía a ninguno de
los que ella conocía por las historias que había leído. Su rayo era como una llama
controlada de color rojo intenso y, cerca de la empuñadura, dos rayos cortos que se
proyectaban hacia fuera, perpendiculares al eje principal.
Rey disparó una y otra vez, pero el rayo del sable de luz desvió todas las descargas.
«Es casi como un juego», pensó aterrorizada sin dejar de disparar. Él estaba jugando con
ella.
Finalmente, la figura se cansó de jugar. Levantó una mano, con la palma apuntando
hacia ella. La mano de Rey se congeló en el arma, y comenzó a respirar trabajosamente.
Trató de darse la vuelta, de correr, pero sus piernas se negaron a responder. Todo lo que
pudo hacer fue quedarse ahí, entre los árboles, respirando lenta y superficialmente,
mientras él se acercaba.
Se detuvo a un metro de distancia y estudió su rostro desde detrás de la máscara.
Cuando finalmente habló, parecía impresionado y sorprendido a la vez.
—Tú me habrías matado. Sin saber nada de mí.
Al comprobar que aún podía mover su boca y sus labios, ella respondió desafiante.
—¿Por qué no iba a matarte? Sé sobre la Primera Orden.
—Yo no diría eso. Pero no importa. La ignorancia de algo tan simple se remedia
fácilmente. —Mientras hablaba, caminaba lentamente alrededor de su cuerpo paralizado.
Ella trató de seguirlo con la mirada, pero no pudo girar la cabeza—. Asustada —
murmuró él—. Sin embargo, yo debería ser el atemorizado. Tú disparaste primero. Tú
hablas de la Orden como si fuéramos unos bárbaros. Y, sin embargo, fui yo quien se vio
obligado a defenderse de ti.
Tras rodearla, se acercó aún más, clavando la vista en la cara y los ojos de Rey.
Entonces levantó el sable de luz rojo que sostenía… cerca de su piel, lo suficientemente
cerca como para proyectar un resplandor rojo sobre ella.
—Algo. —Parecía desconcertado—. Hay algo… ¿quién eres?
. . .Han y los otros se abrieron camino entre los escombros y, finalmente, llegaron a la salida.
Se mantuvieron ocultos tras las paredes de piedra derrumbadas mientras revisaban el
entorno. Maz se dirigió a Finn.
—Vete. Encuentra a la chica y al droide.
Finn volvió a mirar el camino que habían andado.
—Perdí mi bláster. Necesito un arma.
Con una fuerza sorprendente para alguien de su tamaño, Maz lo tomó de la muñeca
con la que sostenía el sable de luz y lo levantó.
—¡Tienes una!
Él miró a Maz y luego el sable. ¿De verdad esperaba que él usara esa vieja arma
ceremonial? Sabía de blásters y rifles de pulso, pero nunca había tenido un sable de luz
en su vida. Tampoco conocía a nadie que lo hubiera tenido. Pero si Maz Kanata confiaba
en él… Finn activó el dispositivo, admirando el rayo letal.
El resplandor representó un excelente blanco para los soldados de asalto, que abrieron
fuego contra ellos. Han y Chewbacca se cubrieron y respondieron a lo disparos. Nadie se
percató de los soldados que llegaron por detrás, excepto Finn. Se abalanzó hacia ellos y
tomó por sorpresa a un soldado con la hoja resplandeciente del sable de luz, luego a otro.
Un tercero llegó a él con un arma de combate cuerpo a cuerpo y los dos empezaron a
luchar. A pesar de que no tenía entrenamiento con el sable de luz, Finn era atlético y
valiente. Sumado a esas características, el sable hizo de él un formidable combatiente.
. . .
Ren apagó el sable de luz y lo colgó de su cinturón sin dejar de contemplar a su inmóvil
cautiva. Se acercó lentamente y tocó su cara, pero la presión que ejercía no era física. Rey
se negó a mirarlo a los ojos y apartó la vista, forcejeando dolorosamente y casi sin
atreverse a respirar. Si tan sólo pudiera liberar una mano, una pierna; pero ninguna parte
de su cuerpo respondía a sus órdenes.
Sorprendido por lo que había encontrado, Ren bajó la mano. Eximida de la intrusión
mental, Rey dio grandes bocanadas de aire. Ren frunció el ceño; su renuencia a creer lo
que había hallado se reflejó en sus comentarios.
—Entonces, ¿es verdad? ¿No eres nadie especial? ¿Eres una simple chatarrera de
Jakku?
«¿Cómo sabe eso?», se preguntó Rey, mirándolo fijamente a los ojos. Ella no había
pensado en eso. Había tratado de mantener la mente en blanco, su memoria bloqueada y,
aún así, él había encontrado un camino. La tocó de nuevo. Esta vez el dolor que le
provocó el esfuerzo de evitarlo hizo que unas lágrimas corrieran por su rostro. Él estaba
dentro de su mente y sus pensamientos, y no había nada, ¡nada! que pudiera hacer para
mantenerlo fuera, para resistirse. Pero ella seguía intentando, intentando…
—Hmm… —murmuró él en voz baja—. Conociste al traidor que estaba bajo mis
órdenes. Un pequeño inconveniente que ya ha recibido más atención de la que merece.