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La cama se sentía fría.
Irónico, cuando los días de septiembre parecían ser los más calientes y... cambiantes; con su brisa fresca por las noches colándose por las ventanas semiabiertas y el sol derramando su luz (su calor) en cada calle y edificio.
Era asfixiante.
Tanto como el humo en sus pulmones, que destroza su garganta y hace arder su nariz al suspirar.
Las sábanas apenas cubrían su torso marcado por los besos extraños y los rasguños de los huesudos dedos de su acompañante. Seguramente sería una mierda intentar esconder cada mancha rozada de su cuello, y de nuevo estaría él, invasivo, cuestionando, empujando su mejilla con la lengua de esa forma tan molesta que solo lograba agotar su paciencia cuando las notara.
El humo le ardió tanto, sabía tan agrio como aquel primer beso; caliente, como rasguñar los tatuajes de sus brazos. Asfixiante, igual que ese juego perverso de no dejarlo respirar entre sus besos.
Jimin dejó que sus dedos se enredaran en su cabello negro al peinarlo hacia atrás inútilmente, los mechones volviendo a acariciar sus párpados.
Sus labios volvieron a atrapar el filtro del cigarro, secándolos aún más, y fue cuando decidió ver a su acompañante de esa noche en ese sucio motel de paso.
La mandíbula del extraño era tan pronunciada como la de él, y el cabello de un chocolate oscuro cubría su frente y escondía sus ojos cerrados, sumido ya en un profundo sueño. Tenía lunares repartidos en toda la piel, y entonces recordó que nunca había visto alguno en la piel del otro. Aunque claro, ¿quién podría con tantos trazos en ésta?
Dejó salir una queda y lastimera risa, estirando su mano para unir los lunares en el brazo ajeno con las puntas de su índice y medio.
Se parecía tanto a él cuando lo encontró en ese bar, con esa chaqueta de cuero y ese aire soberbio (siempre había tenido algo con aquellos que sabía solo eran una mala historia con buenas cogidas). Parecía casi que al fin lo había encontrado. El reemplazo perfecto.
Pero su cuerpo era frío... Faltaban esos ojos tristes, el insomnio debajo de ellos, y la colonia que tanto odiaba apestando su cuerpo y las sábanas. Su adiós dos minutos después de haber terminado entre sus piernas, sus dedos dando el último toque a sus hinchados labios mientras pronunciaba blancas mentiras. El humo de sus Lucky Strike adornando cada palabra.
Jungkook siempre parecía que estaba ardiendo.
Cuando lo tocaba, era como tocar el sol.
Doloroso, combustión instantánea.
Y se preguntó si Ícaro también había sentido lo mismo cuando se acercó al sol hasta derretir sus alas.
Dolorosa libertad efímera.
El cigarro se consumió entre sus dedos, justo entre el corazón y medio, como Jungkook lo sostenía todo el tiempo.
¿En qué momento aquello se hizo un hábito propio?
El cuerpo del extraño se removió y Jimin solo sintió como el humo de la última calada enegrecía sus pulmones, consumiendo cualquier sentimiento, dejándolo vacío.
Siempre, siempre buscaba algo que... Jamás podría alcanzar.
Después de todo, si algo podía admitir que le gustaba (odiaba), era la forma en que su espalda se miraba al irse.
-Jungkook...
¿Dónde más estaría ahora aquel fantasma además de sus pensamientos?
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y bueno, esta es mi primer historia de bts, kookmin y hasta cierto punto, la primera que pretendo hacer seriada. todo va a estar súper homo ✨ trataré de dar update semanal (aunque dudo que alguien siga esto). Peace out 🌸
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butterfly »「 kookmin 」
Fanfiction❝ donde a jimin lo retan y a jungkook le parece divertido su apodo. ❞