De mudanzas y ventanas

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Observó las cosas que estaban dentro de su baúl antes de cerrarlo y sellarlo. Hacerlo le daba la sensación de ciclos que se estaban cerrando. Miró a su alrededor y no pudo evitar soltar un suspiro. Después de tres años, por fin, se iba de ese horrible departamento. No todo el tiempo fue horrible, al principio fue peor porque había tenido que recurrir a arrendar un lugar muggle, vivir con muggles porque no podía costearse algo mejor; la guerra había dejado mal parada a su familia.

El singular sonido de la aparición se escuchó detrás de él. —¿Ya tienes todo?— Al ver a su novio con las manos en los bolsillos y una expresión de no saber qué hacer o qué decir, sonrió.

Unos días después de que había encontrado ese departamento en una de las calles más concurridas de Londres –no se veía viviendo en los suburbios-, se reencontró con Harry Potter. Draco había conseguido trabajo como dependiente en una farmacia, era bueno con las pociones curativas, no le costó trabajo aprenderse los ingredientes activos de los medicamentos, saber para que eran y en que combinaciones podrían aparecer. No era el trabajo más genial del mundo, pero de alguna manera se relacionaba con lo que más le gustaba, las pociones.

Una noche salió muy cansado y no tenía ganas de llegar al departamento, ver la cara de las otras personas con las que vivía y hacer el ridículo cocinando. Así que aunque el resto de la semana tuviera que comer sopas instantáneas, valdría la pena porque cenaría algo decente. Cerca de su trabajo había un restaurante de comida italiana, pasaba por ahí todos los días de regreso a casa, el olor a ajo, aceite de oliva y condimentos le abrían el apetito, pero sobre todo le recordaban la época en la que cenaba con sus padres.

Por fuera parecía un lugar pequeño, por dentro era enorme. Un mesero lo guió a una mesa para cuatro personas, se sentó dándole la espalda al lugar. Sentía que comer solo era el grado más alto de ser miserable que una persona podría llegar. Era un lugar acogedor y el servicio era bueno. Pidió unos ravioles acompañados de sangría italiana –no tenía muchas ganas de tomar alcohol-. Le estaba dando una segunda revisada a la carta para ver si un postre lo convencía cuando sintió que alguien se paraba detrás de él.

No volteó a ver quién era, seguramente nadie que él conociera. Pasados unos segundos la persona se sentó en la mesa que estaba a un costado de la suya. A pesar de que le gustaba decir que era una persona que no se metía en la vida de los demás y que no le importaban las cosas que pasaban a su alrededor, la verdad sea dicha, Draco Malfoy era una persona curiosa, le gustaba ver a las personas y ésta en especial le llamaba la atención por el tiempo que había estado parada detrás de él.

Era un hombre y estaba sentado al contrario que Draco, así que podía verle la cara. Era un hombre que Draco conocía a la perfección –no exactamente-. Era Harry Potter y lo estaba mirando. En el momento en que sus miradas se encontraron ambos se pusieron tensos, sin saber que hacer. Podrían haberse saludado como los viejos compañeros de escuela que eran, en lugar de eso se ignoraron mientras cenaban, algo estúpido ya que toda la noche estuvieron intercambiando miradas.

Cuando Draco estaba a punto de irse, Potter le habló para decirle que haberlo visto había sido algo raro, pero de alguna manera agradable. Draco se había sentido de igual manera, mas nunca lo diría en voz alta. se despidió y esperó jamás volver a verlo. Aunque es bien sabido que a Draco Malfoy solían no salirle las cosas como esperaba. Volvió a encontrarse con Potter una y otra vez, tal parecía que lo estaba siguiendo y por los antecedentes de Potter, Draco no lo dudaba.

Comenzaron a ser amigos cuando Potter le había dicho que la ropa que solía usar no era algo que los muggles usaran normalmente. Draco intentó mandarlo a la mierda, pero algo en la expresión de Potter le hizo aceptar su ayuda y le fue más fácil vivir a lo muggle. Desde el día del restaurante italiano no pudo sacarlo de su vida, y ahora estaban ahí, mudándose juntos.

De mudanzas y ventanas -drarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora