Parte 1

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— Pero miren al gordito, se pone ropa de niña rosa – un chico se burlaba divertido señalando con su dedo.

— Así parece más un cerdito – se carcajeaba otro infante uniéndose a las burlas.

— ¡No soy un cerdito! – contraatacó temeroso a los 4 niños que usaban traje de baño mientras él seguía vestido con un short blanco y un enorme y adorable suéter rosa con una carita feliz al frente.

— ¿Entienden lo que dice? – intervino uno que había permanecido en silencio.

— No, no comprendo idioma de cerdo – ante el comentario todos se rieron.

— Déjenme en paz – dijo débilmente el blanco de las bromas de los otros niños – no soy así – su cara estaba roja por contener fuertemente las ganas de llorar.

— Ayy la cerdita quiere llorar – canturreó en tono divertido el más alto de los niños y los otros se rieron sonoramente mientras este se acercaba al chico de rosa.

— ¡Ya déjenlo quieto! – un quinto niño llegó al lugar con cara muy enojada, al igual que los otros llevaba traje de baño pero este estaba empapado.

— No te metas en esto – le contestó el más alto pero los otros tres se quedaron a un lado sin decir nada.

— Me meto si quiero – sonaba desafiante – van a llegar tarde si siguen molestando a este niño.

— Te salvaste porque este hyung vino cerdita – le lanzó una mirada despectiva y con una señal de cabeza los otros tres siguieron al chico.

— ¿Estás bien? – se acercó el recién llegado viendo que el otro niño tenía la mirada clavada en sus pies descalzos - ¿te hicieron daño? ¿quieres que llame a la entrenadora?

— Gracias – dijo bajito levantando la mirada solo un poquito – ellos siempre me molestan y nunca nadie me ha ayudado.

— ¡Tienes que pedirlo! – sonó preocupado – ve a cambiarte, vas a llegar tarde a tu clase – revolvió suavemente el cabello del niño.

— Pero... ellos se volverán a burlar cuando la entrenadora no mire – levantó la cara y sus ojitos se veían triste.

— ¡No te preocupes! – le sonrió – voy a estar contigo, te lo prometo – levantó su dedo meñique.

— ¿En... serio? – sus mejillas regordetas se coloraron un poco y ante el asentimiento del contrario, sonrió un poquito dejando ver unos tiernos hoyuelos – ¡es una promesa! – imitando la acción del niño frente a él levantó un dedito gordito y lo entrelazó con el delgado dedo del otro.

— Me llamo Lee Taeyong, soy el hijo de la entrenadora – le informó mientras el niño se cambiaba de ropa para usar su traje de baño.

— Yo soy Jung Yoonoh – le dijo al terminar de cambiarse – y... ellos se burlan de mi porque... dicen que estoy gordo – Taeyong lo miró, efectivamente el menor estaba algo gordito.

— Ahh... pues, creo que te ves lindo – le sonrió amistosamente y el otro pareció haber escuchado la cosa más bonita del mundo pues sus ojos brillaron – vamos, le diré a mi mamá que quiero ver la práctica.

Desde ese encuentro en los vestidores del club de natación, los dos niños se hicieron amigos, Taeyong era dos años mayor que Yoonoh y el hijo de la entrenadora Lee, dos cosas que eran sumamente determinantes para que los niños que acosaban a Yoonoh con su peso y su amor por la ropa rosa se detuvieran.

La promesa que le había dado el mayor el día que se conocieron, había sido cumplida con una enorme responsabilidad, como si hubiese sido contratado para ser el guardaespaldas del menor, siempre estaba con él antes, durante y después de sus clases de natación. Yoonoh era bastante malo en ellas, parecía no tener mucha coordinación y siempre tragaba agua, pero ya nadie se burlaba de sus pobres intentos por aprender a nadar decentemente y todo era gracias a la presencia perenne de Taeyong.

Compañero predestinadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora