Parte única.

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Está sumergido en una tina cubierta de espuma, una copa de champagne se balancea débilmente en su mano derecha, el goteo de la llave recientemente cerrada genera eco en el amplio baño de la habitación de hotel dónde se está hospedando luego de aterrizar en Hong Kong hace medio día. Su cabeza en ese momento es un tumulto de pensamientos y sacudidas intensas que le generan jaqueca, cree inútilmente que un poco de agua caliente le ayudará a despejar las emociones que le envuelven el pecho de forma dolorosa... pero no sucede, no ocurrió años atrás mucho menos ahora.

Kris sabe lo que quiere, siempre lo ha tenido claro y luchó hasta el último momento de su vida hasta el punto donde se encuentra ahora para conseguirlo, tanto así que ha tenido que dejar su corazón atrás para continuar avanzando. Porque aunque se ha equivocado en el método, su deseo sigue allí latente en su pecho, porque hasta el día de hoy no comprende muy bien el "cómo", los pasos que debe avanzar para llegar a la meta, y es normal que se equivoque ¿Cierto?

Lo es.

Es normal que aceptase entrar a un grupo coreano, que permitiese ser criticado y medido, que aceptase estrafalarios vestuarios, peinados y humillaciones delante de un país que no conocía nada de él, era normal que firmase un contrato para ser un idol, que le aseguraba dinero, fama y un nombre que costaba millones sólo al ser pronunciado.

Porque eso es lo que él quiere.

Kris quiere ser alguien. Quiere que el mundo lo conozca porque hace algo y lo hace bien, quiere oír aplausos, halagos, quiere sentir que es inspiración para alguien más y que su nombre encabeza los titulares. Quiere codearse con famosos y que la gente normal le mire desde abajo, que sonría y se sientan complacidos cuando les dirige un par de palabras de cortesía. Quiere sentirse rodeado de pocos amigos verdaderos y que el mundo sepa que lo son, etiquetar sus nombres en alguna publicación de Instagram para que todos deseen saber lo que hace, dónde lo hace e imitarlo.

¿Eso está demasiado mal?

Muchas personas lo han criticado de superficial, que su sueño realmente no es uno sino que es símbolo de una personalidad frágil y necesitada de atención, irreverente deseo de ser el florero de una mesa con preciosos pétalos de rosas rojas en un mantel blanco. Y no es como que le importe ser tratado como tal, de hecho eso es lo que quiere, eso es lo que desea. Ser el florero de una mesa sin que realmente nadie note que él mismo se ha posicionado allí. Silencioso, letal y permanente.

Todavía recuerda el momento que lo dijo en voz alta, cuando la persona que más había amado en el mundo le había juzgado duramente y se había reído de su sueño, de su deseo más grande.

Yacían recostados en la lujosa cama de un discreto hotel, la espalda de Junmyeon siempre había sido lechosa y fibrosa, mientras arremetía contra su menudo cuerpo siempre adoraba hundir sus dedos en ella, marcar sus pulgares en la zona de sus costillas y tensar la zona de su cintura. En ese preciso momento dibujaba trazos invisibles al ritmo de la acompasada respiración de su pareja, descendiendo hasta el inicio de sus nalgas para luego regresar a su cuello y sonreír con calma, adorando cada centímetro de su anatomía.

Cuando Junmyeon se volteó para mirarlo totalmente sorprendido por sus palabras sintió que la respiración se le cortaba, el malestar apareció en su garganta y se asentó en la boca del estómago, obligándole a tragar con pesadez mientras esperaba una respuesta, su mano quedó suspendida en el aire mientras tenía una primera visión del torso de Junmyeon, que siempre le había gustado, más cuando lo veía salpicado de marcas rojizas, porque sabía que él las había creado, que le pertenecían. Que Junmyeon estaba allí y sentía que no necesitaba nada más.

Just forget me [Krisho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora