Alyson regresa a su pueblo con un claro objetivo: recuperar los recuerdos que su mente ha bloqueado. Pero no es solo la verdad la que busca; Alyson también tiene una cuenta pendiente con Matthew Hemmings, el popular capitán del equipo de fútbol que...
"Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros."
‐Hermann Hesse
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Por suerte nadie me reconoce —cosa que, teniendo en cuenta mi pasado, me parece un poco increíble—. Lo que puede hacer un tinte y un corte de pelo mezclado con el paso inexorable de la pubertad...
Levanto la cabeza del suelo marmolado blanco, ¿por qué me miran esos niños con la testosterona por las nubes y la baba colgando? Les sonrío a pesar de todo; tengo que seguir las instrucciones de Leia a rajatabla. De lejos diviso a Matthew. Está apoyado en una columna con los brazos cruzados, charlando animadamente en medio de un grupo voluminoso. Me fijo en él, es un chico bastante atractivo, y por bastante atractivo me refiero a que está realmente bueno, y no me sorprende que Leia se haya fijado en su persona, parece un ser irreal. Sobrepasa el 1'80 y tiene el cabello rubio peinado hacía arriba aunque de manera rebelde. Unas cejas bien perfiladas, una nariz pequeña y perfecta, junto a una barba de tres días que le hace ver todavía más sexy, a la cual acompaña la forma en la que se muerde el piercing que corona sus finos labios. Cuando sonríe un tímido hoyuelo asoma en su mejilla y sus ojos azules se entrecierran ligeramente.
De repente, como si notara mi mirada, sus ojos se encuentran con los míos, la sonrisa que tenía segundos antes se transforma en una fina línea, y me doy cuenta de que su mirada parece vacía, como si no tuviera nada en la cabeza más allá de lo que ocurre en el momento.
En ese momento, Matthew pasa cerca de donde estoy, aún conversando con su grupo, pero se detiene a escasos centímetros de mí. Con una ligera sonrisa burlona, se aproxima hasta casi rozarme y me dice en un susurro:
—¿Vas a seguir mirándome como una loca? Porque tampoco soy para tanto.
Sus palabras me pillan por sorpresa, pero no me dejo intimidar. En lugar de responderle, giro la cabeza, ignorándolo. Esto parece molestarle, ya que me cierra el casillero justo cuando estoy a punto de guardar un libro, lo que hace que el resto de sus amigos se rían de forma burlona. Suelto un pequeño suspiro, y me giro lentamente.
—¿Sois idiotas? —Clavo mis ojos llena de furia sobre ellos, cruzándome de brazos.
—Cuidado, que miedo. —Matt me observa divertido.
Pongo los ojos en blanco, respiro hondo y vuelvo a abrir el casillero, decidida a guardar el libro antes de que empiece la clase.
—¿Tú también eres una friki? —Levanto las cejas ante su comentario. ¿De verdad se cree que eso es un insulto o solo pretende impresionar?—. Porque no lo parece.
Se muerde el piercing en una media sonrisa, mostrando una dentadura perfecta. Su limitado cerebro no le da para juntar más de dos palabras en una frase elocuente.