Que lo nuestro se quede nuestro

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Encontrarme con aquel cabello negro como la noche me resultaba siempre algo complejo, entremezclándose emociones que nunca supe que sentiría, menos por quien yo siempre vi como mi amiga. En la enorme explanada del campus universitario, aquella chica de vibrantes ojos azules se me apareció en frente, después de haber estado desaparecida por casi 4 largos años.

- ¿A-Adrien? ¿Eres tú?- su delicada sonrisa se esparció en su rostro al verme, yo no sabía que decir.

-Hola, Marinette, tantos años sin verte. -necesitaba mantenerme lo más natural posible, así que simplemente puse mis emociones a un lado y le sonreí.

-Bueno, si, no puedo seguir huyendo de París. - respondió con la voz baja. No pude evitar sentir una punzada en el estómago. -Vine a empezar mis estudios de Diseño de Modas en IFA, ya era hora que tomara las riendas de mi vida.

Tras oír aquello último, no fui capaz de escuchar nada más, estaba hipnotizado por su cabello, que se veía increíblemente largo, mantenía ese tono de negro como la noche estrellada, se notaba que ella había crecido, su belleza había madurado increíblemente y, también, me di cuenta en aquel instante que estaba jodido. Habían pasado 4 años desde la última vez que la vi, y seguía tan enamorado como el primer día. Necesitaba abrazarla en aquel instante. Todas aquellas imágenes de lo que habíamos vivido juntos aparecieron de un instante a otro. Pero lo que más dolía, era saber que ella no podría sentirse de esa forma conmigo, principalmente porque ella jamás supo que aquella persona... fui yo.

Ladybug observaba a la distancia desde la torre Eiffel, encapsulada en sus pensamientos, cuando su compañero y mejor amigo se acercó a ella por la espalda. Ella no se sobresaltó, no se sintió aterrada ni mucho menos, era un juego común y algo que les pertenecía solamente a ellos.

- ¿Es verdad...? -dijo ella en un susurro, sabía que el chico sería capaz de oírla de todos modos, por lo que no intentó pretender como si nada hubiera pasado.

Aquella tarde, durante una ardua batalla contra un akuma, Chat Noir se vio forzado a confesar su más ardoroso y febril deseo, ella, la única persona quien era capaz de hacerle sentir con vida, la única quien le daba un propósito cada vez que se disponía para levantarse. Ella era la única razón por la que siempre intentaba muy duro cada cosa que tenía que hacer en su día a día. Chat Noir observó con detenimiento el rostro de ella, estaba tan sonrojada y seria que parecía que su rostro se iba a explotar. Nunca la había visto de aquella forma, nunca había tenido aquel privilegio de provocar en ella algún tipo de nerviosismo. Una sonrisa atraviesa su rostro casi de inmediato, no pudo evitarlo.

-Todo lo que dije, era innegablemente cierto, me haces querer mover el mundo, Bugginette. -su boca se movió sola para decir aquellas palabras. -Eres la razón por la que mi mundo brilla y evitas que caiga en la más rotunda...

No fue capaz de continuar, pues sus labios se encontraban acaparados por los de ella. Aquel beso fue solo la punta de un enorme iceberg que parecía emerger violentamente.

- ¿Y tú? ¿Qué me cuentas, Adrien?- tuve que dejar esas fantasías que nacían con tal impertinencia en mi mente.

-He trabajado más arduamente en la empresa de Padre, tengo aún mucho que aprender, además de que soy quién está a cargo del área de diseño. -respondí de golpe.- He descubierto que si bien, no soy bueno con la creación, tengo buen gusto y se me da bastante bien la elección de trabajos de otros.

Una parte de mi quería huir de allí, pero mi alborotado corazón no dejaba de pensar en lo mucho que quería aprovechar hasta el máximo mi tiempo con ella. Así que, intentando morderme la lengua, la invité a salir a tomar un café, ella me recomendó que fuéramos comer una de las delicias de la pastelería de sus padres.

『Silencios compartidos』 #RelatosHeartMusicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora