"De la filosofía, otro relato literario"

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"Y volvió ida;
para rencontrar su sombra,
es que la creyó perdida
apéndice de alguna canción"

Sobre algún papel reposaría pensó, —Y es que por algún lugar debería comenzar a buscarla por más absurdo que fuese —. Tal vez devino musa de algún condenado creador, y en su plena comodidad, la sombra se resguardó bajó el trazo de miel que delinea la pluma de alguno de estos poetas, éstos que son "materializadores" de dolores y bellezas del segundo orden, los del mundo de los panza llena.
¿Pero como la hallaría, si perdida se encontraba, ya escindida de su cuerpo? Si se concentraba en el mundo del sentido común, jamás la encontraría, ya que era una absurda fantasía. Fue así entonces, que decidió ahondar la búsqueda en los papeles que desbordan palabras.
Habiendo transcurrido ,paulatinamente, la sucesión convenida del tiempo hasta la cuenta de novecientos doce días. Tuvo la certeza de que en las letras nada encontraría. Y con tal revelación, supo que aún así, su vida debería tener algún nuevo propósito. Aunque para seguir marchando en otros asuntos, tendría que dar cuentas a si misma y su comunidad. Entonces postuló una posible explicación con aspiración de verdad sobre el tema que había movilizado a tal empresa.
Y sugirió lo que sigue:
Ya que mi sombra estaba perdida y no pude hallarla, algo debió ocultarla, pues sino la vería. Ya que no la he vuelto a ver, algo tuvo que causar su falta. Y si la sombra es ausencia de luz en un determinado espacio, producida por la mediación de un cuerpo entre ésta y algún farol, fuego o estrella que la genere, en el momento de separación de mi cuerpo con mi sombra tuvo que haber sucedido lo siguiente: la Luz, habiendo sido engalanada por las embriagadoras palabras de Eros —Divinidad del amor—, quedó embelesada por su contraria ,la extraviada sombra. De modo tal, que la Luz, intencionó todo su ser a su encuentro de ésta. Su único fin tuvo que haber sido el de devenir en unidad absoluta, absorbiéndola por completo y manteniendo su forma.
Habiendo quedado poco satisfecha con su explicación sobre el suceso, ya envuelto en el pasado, quedó revisando su argumento, y se dio cuenta que para no dudar de sus dichos debería también explicar la existencia de la luz, los cuerpos, Eros y demás elementos. Y si al explicarlos aparecían nuevos "personajes", también debería decir las causas de estos hasta regresar al infinito. Y como esto era imposible, debería encontrar algún elemento que fuese eterno, inmóvil y perfecto —entre otros atributos—, y que éste explique a los demás. Ya que esto era absurdo, vió que podía vivir sin su sombra, y sin importarle los sentidos que la costumbre o que la imaginación propia le puede dar a las cosas. Entonces, decidió vivir sin explicación y sin sombra.
Ahora teme a las palabras en todos los ámbitos, que se hacen más presentes en los silencios, que en los diálogos con otros.
(El Idiota)

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