Capítulo 3

3 1 2
                                    

Cuando era niña solía jugar domino con mi papá. Colocábamos dos filas iguales y competíamos acerca de que fila caía primero. Cuando las extensas filas caían volvíamos a levantar pieza por pieza sólo por volverlas a ver caer.
Siempre fui la espectadora, deseando que las piezas cayeran y cayeran, hasta que me tocó tomar el lugar del domino.

Todo empezó con un pequeño empujón, y luego todo, literalmente todo, comenzó a caer hasta que no había nada en pie. Y en esos momentos no deseas que las piezas sigan cayendo  y realmente no llega a importar  cuan rápido caen. Solo deseas que paren, que su rapidez se reduzca porque duele.

Mi empujón empezó en casa.

Una niña de cinco años llega a diferenciar entre el disgusto y el amor. Más cuando los tienes enfrente en la mesa y los llamas papá y mamá.
Sus discusiones la mayor parte del tiempo eran acerca de como pagar la renta o la importancia de tener un buen auto. Pero esa vez en la mesa no era por algo material, cuando la desilusión y el dolor se apoderan de tu vista es difícil ver más allá.
Recuerdo escuchar la palabra infidelidad una y otra vez en la mesa. Cuando la cena terminó subí a mi habitación y tomé el diccionario. Le pregunte a papá que porque hablaba de "infelidad" con mamá. No me culpen, tenia cinco años. Recuerdo verle llorar y esa fue la última vez que vi una pizca de sentimiento en él. Al día siguiente mamá ya no se encontraba en casa. Me tomó tiempo entenderlo.

Las piezas siguieron cayendo al transcurrir de los años hasta que sentí la última caer. Y la sentí con el peso de todas las demás sobre ella. A esa última pieza también pueden llamarla Josh.

Él fue la esperanza temporal de volver a empezar.


Pero un día solo desapareció, sin decir nada. Parecía haber sido tragado por la tierra.

Una persona que sufre de abandono físico y psicológico, lo único que su mente llega a resumir es que todo es su culpa.

Poco a poco mis piezas se comenzaron a restablecer y al parecer estaban en alerta de un nuevo colapso.

-¿Ángel?. - el chasquido de los dedos de Logan me devolvieron a la tierra.

-¿Si?

- Haz estado ida por unos veinte minutos.- juré que había sido una eternidad.

-Perdón ¿Que me decías?- Lo último que recordaba era un mal chiste que había contado con la intención de hacerme reír.

-¿Quieres que me quede contigo?- Analicé un poco lo que decía y recordé que hoy había partido. Por muy egoísta que fuera no podía hacer que se quedará.

-Se que hoy es un partido importante y no puedo permitir que el equipo se quedé sin su jugador estrella.- dije tomando un poco de mi taza de café. Estar en este lugar me hacía sentir realmente en casa.

-Ángel realmente no me importaría faltar a un estúpido partido por ti.- se había recostado en la mesa y me observaba detenidamente.

-Estaré bien, además pienso ir.- espero no arrepentirme.

-¿Hablas en serio?- sus ojos me observaban aún recostado y esperaba que no mintiera.

-Lo prometí ¿No es así?

-Si es por eso...

-No, quiero decir.- busque las palabras adecuadas antes de seguir.- Jamás me he perdido uno de tus partidos y no lo haré ahora.

-Bien.- dijo aún esperando que dijera que eran inventos mios.

Aunque lo último que deseo es ir, no me atrevo a decírselo. No creo que merezca tal cosa por la insignificante cosa que es Josh.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 06, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Sanando Un CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora