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Jimin está furioso. Aunque lo piensa dos veces, él está más que furioso. El trabajo lo había tenido tan ocupado que no alcanzó a darle dulces a los niños que golpeaban en su puerta y gritaban "Dulce o Travesura". Mala elección.

Dejó caer su maletín a su lado y con frustración sacó el juego de llaves. Respiró y contó hasta el número cien, necesitaba paciencia, pues sabía que eso debía ser obra de algún niño. El niño o niña había elegido la travesura, definitivamente.

Al entrar dejó las llaves sobre una linda mesita de entrada y dejó también su maletín. Tomó algo de agua y volvió a suspirar, intentando ganar paciencia.

—Dame paciencia, señor, dame paciencia —susurró a la nada, mirando el colorido de sus paredes. Se burló de él mismo recordando como su madre le decía lo mismo cuando él era más niño—. Soné como mamá, qué viejo estoy.

Se rió nuevamente al momento en que la puerta sonó. Una gran sonrisa se ensanchó en su rostro, al menos iba a dar algo de dulces. Sacó su corbata de trabajo y buscó los caramelos puestos en un bowl color negro.

Abrió la puerta, emocionado por la celebración Pero al contrario pensó, un huevo aterrizó en medio de su cara. Síp, otro huevo. En su cara.
Y para agregar más molestia a la cabeza de Jimin, quién haya sido la mente maestra del ataque robó el bowl y huyó.

Sin dulces y con un huevo cayendo por su cuello.

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Él se estaba volviendo loco. Sabía que era una broma, tonteras de niños y travesuras. Pero él también era un niño, uno muy inmaduro. Y el plan de ataque contra el perpetrador del hecho, estaba en marcha.

Resultó ser que la mente maestra fue ni más ni menos que la dulce Yerin. Cabello rubio, mejillas sonrojadas y pequeños dientes blancos. Esa dulce niña que lo saludaba cuando se cruzaban por el edificio. Ella había robado sus dulces, y no olvidos el huevo. ¡Demoró media hora de su vida en limpiar el huevo!

Y ahí iba él.

¿Te preguntas cuál es su maravilloso plan?

Oh, sí. Acusará a la mocosa a sus padres, síp.

Tocó lo más fuerte que sus manitos le permitieron y esperó. A pesar de ser una persona dócil y calmada, intentó plantearse ser duro y fuerte. Debía mostrarse enojado.

Al abrirse la puerta, Jimin dejó atrás toda esa fachada. Quedó boquiabierto, con la mano aún empuñada sobre la altura de la puerta y sus ojos demasiado incrédulos.

Ante él estaba el hombre más guapo que podía haber visto. ¿Él era el papá de Yerin? Vaya, si así era ya podía saber de donde la infante había sacado tan buenos genes.

—¿Qué quieres? —gruñó el rubio chico de piel de algodón—. ¿No estás muy grande para mierdas de niños? —se burló.

Jimin perdió totalmente la cordura. Ese hombre era una obra de arte. Traía tan sólo unos pantalones cortos y una sudadera sin mangas. La imagen lo hizo querer jugar con sus brazos.

Entonces recordó que aún no hablaba, carraspeó y calmó sus nervios demasiado obvios.

—Tu, umh, tu hija tiró huevos en mi p-puerta y en mi c-cara —tartamudó sin dejar los molestos nervios.

—¿Y qué quieres yo qué haga? Debiste darle dulces, imbécil —habló con fuerza y Jimin se encogió un poco más—. Y pues qué pena, no arregló tu cara de tonto.

Se encogió de hombros y simplemente así iba a cerrar la puerta.

—¡E-espera! —gritó.

La puerta quedó semi abierta. La cabellera platinada se asomó, entonces Jimin tomó aire e intentó hacerse ver fuerte.

travesura ❀ jimsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora