Dolor

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Era tarde, entrada la noche cuando Soo Hye volvió a su hogar, cansada de hacer horas extras en el trabajo, devastada de que su turno sea tan largo y la paga sea tan poca. Su fuerza de voluntad para sacar a su familia adelante era más grande que cualquier otro sentimiento que intentará hundirla, y por momentos lograba olvidar que su cuerpo, ya desgastado, pedía a gritos un momento de relajo.

Su departamento precario en los barrios de clase media-baja pasaba desapercibido entre los otros que lo rodeaban, tan chiquito y desprolijo como hace unos años. Las dos pequeñas habitaciones de unos cuantos metros apenas podían albergar a todos, dejando sin opción que alguien durmiera en el viejo sofá de la cocina. En aquel lugar las camas eran un lujo que no podían tener, en una de las habitaciones había una cama matrimonial que había visto tiempos mejores, en donde descansaba su padre, y la otra habitación solo contaba con una cama infantil más chica que las normales y un muy añejo colchón en el suelo muy cerca de la pared, ese pequeño lugar lo ocupaba su pequeña hermana y su hermano que se negaba totalmente a dejar que durmiera en el suelo ella o la pequeña. La cocina era, en comparación al resto del departamento, un asco, siempre sucia con botellas de alcohol desperdigadas por aquí y allá, platos sin lavar del día anterior y sobras de lo que alguna vez fue comida.

Soo Hye entró con cuidado de no hacer ruido, soltó su mochila sobre una de las sillas y se dirigió apresurada al baño, no necesitaba hacer sus necesidades, tampoco lavarse el rostro, ella solo quería comprobar que sus ahorros de meses seguían bien escondidos en la mochila del inodoro y de paso agregar los pocos billetes del turno de hoy. Alivio fue lo que la inundó, al poder ver la bolsa de plástico azul intacta en el fondo, agradecía que su padre aún no notará sus esfuerzos por tener algo mejor para sus hermanos. Con cuidado guardo el dinero y se dispuso a lavarse los dientes para poder ir a descansar, pero al salir del baño se encontró con su progenitor borracho mirándola fijo, el silencio inundó el ambiente y la tensión era palpable.

- ¿Qué hacías en el baño?

Su voz fue dura y tajante, sin sentimiento, su cuerpo se mecía de un lado a otro de manera imperceptible, el olor a alcohol se sentía a kilómetros. Soo Hye no quería lidiar otra vez con las acusaciones sin sentido de su padre, los berrinches y los constantes insultos hacía su persona, estaba agotada y los ojos llenos de ira del hombre no prometían un descanso tranquilo. Lejos habían quedado esos días en donde ella recibía besos en su frente cada vez que su padre volvía a casa, en donde la cargaba con una sonrisa y le decía lo feliz que era al tener una hija tan hermosa. Ahora eran sólo un vago recuerdo del pasado.

- Me estaba lavando los dientes, ya me debo dormir, con permiso.

Soo Hye pudo sentir la mano que se ceñía con fuerza sobre su brazo tirándola hacia atrás, impidiendo con brusquedad que vaya a su improvisada cama, los dedos apretaban tan fuerte la carne que era seguro que al otro día quedarían marcas. Su respiración tembló con miedo, miedo a que volviera a hacerle daño y con impotencia de no poder hacer nada, pero el silencio fue inquietante por minutos.

-Tú, maldita perra... ¿Cuándo demonios es que cobras de ese empleo inmundo que tienes? - escupió con asco la pregunta-. Necesito el dinero ya.

El terror escaló con rapidez por su rígido cuerpo, los ásperos y callosos dedos del hombre seguían apretando con fuerza su lánguido brazo, no la soltaría hasta que se dignara en contestar su pregunta, incluso unas cortas palabras bastaban. La saliva se agolpaba con fuerza en la boca y los bellos se le ponían de punta, la fuerza que tenía en el pasado para poder defenderse de sus compañeros matones había desaparecido en los pocos años que había terminado la escuela, ahora solo quedaba un pequeño animalito débil e indefenso.

-Mañana - susurro con malestar.

Su padre aún más enojado la soltó y a paso rápido se adentró en su habitación, el sonido de la puerta estampados contra el marco sonó segundos después y resonó por todo el lugar. Soo Hye cayó al suelo sin fuerza, más desgastada que cuando había llegado a su hogar, a su dulce hogar que no era más que una pesadilla, y aun sabiendo que era una pesadilla no quiso escapar, sus hermanos dependían de ella, más de lo que podría imaginar. El dolor de verlos sufrir era insoportable, no quería imaginarse lo que se sentiría abandonarlos, si cada día se le apretuja el corazón al verlos discutir con otros niños, alegando que sus ropas eran bonitas, aún y cuando ellos mismos sabían que no eran más que unos trapos viejos y gastados, o cuando iban a comprar algo de comida, ni se esforzaban en pedir golosinas, porque sabían que no se podían dar tal lujo.

Soo Hye.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora