CAPÍTULO 1

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-¡Baja ya, cielo! ¿No querrás llegar tarde el primer día del curso, no?

-¡Joder! Puto despertador de mierda, no sirves para nada.-Me levanto de mal humor, como siempre.

No sé si debería estar nerviosa, impaciente, tal vez algo asustada, pero supongo que es evidente que no quiero ir al puto instituto de monjas. Allí serán todxs recatadxs y perfectxs, se creen superiores al resto. No lo son, pero hoy en día las apariencias lo son todo. Y yo, que decir de mí, pues os diría que soy lo que esta sociedad considera una persona normal, pero lo cierto es que no. Estoy loca, loca de remate. Me dan venadas, en ocasiones parezco hiperactiva y no creo que nadie más en el mundo tenga manías tan extrañas como las mías. Así es, para algunxs seré una adolescente corriente, pero estoy segura de que si me conocieran de verdad más de unx cambiaría de opinión.

Después de acicalarme un poco,  me visto y  preparo la maleta.Por si no lo he llegado a mencionar, Anaita, mi nuevo instituto, es interno de lunes a viernes. El fin de semana es opcional, así que volveré a casa. No hay nada como dormir en tu propia cama. Me dirigo al armario para prepararme la maleta. Meto lo básico, con el uniforme no tengo que pensar en la ropa. Aun así, meto algún conjunto por si acaso. También me preparo un neceser con todo lo necesario. Recojo todo y, justo cuando abro la puerta de casa, oigo a mi madre por detrás.

-¿Piensas irte sin despedirte de mí?- pregunta sorprendida. Yo suspiro, pongo los ojos en blanco, y me doy media vuelta irremediablemente.

Le doy dos besos y me voy. Últimamente no hay buen ambiente en casa, así que por una parte la estancia en Anaita será de gran ayuda para despejarme. Había pensado coger un taxi, pero qué cojones, no quiero gastarme el poco dinero que tengo ahorrado en un viaje en coche. Prefiero coger el autobús. No me lleva directa al instituto, pero la última parada está bastante cerca y no me importa caminar diez minutos más.

Entro al bus cabizbaja, con miedo de mirar a alguien y que te devuelva la mirada. Es bastante incómodo, sobretodo en mi caso, que tengo la extraña manía de perderme en los ojos de la gente. Los ojos de las personas son hipnóticos para mí, me quedo empanada mirándolos. La mirada de alguien dice mucho de la persona, y no tengo ninguna intención de revelar mis pensamientos a nadie. Y mucho menos enterarme de los suyos.  Me siento en la parte trasera haciendome la misteriosa, para evitar que alguien se atreva a sentarse a mi lado.

El viaje se me hace eterno y tengo tiempo de sobra para pensar en mis cosas. ¿Qué haré cuando llegue? ¿Me costará hacer amigxs? STTOOOOOPPP, ¿enserio estoy preocupada por conocer gente? Por lo general me encanta estar sola y nunca me preocupo por lo que la gente pueda pensar de mí. Yo soy más de las de Netflix que de las de salir de fiesta. Pasó de fingir falsas apariencias para caerle bien a un puñado de descerebradxs.

También pienso en la comida que servirán, mis gustos son muy reducidos. Esa es una de las razones por las cuales quiero volver los fines de semana a casa; no quiero pasar hambre.

Perdida en mis pensamientos, el autobús va haciendo su recorrido y recogiendo alguna que otra persona. Me doy cuenta de que esta línea de bus no es muy popular por el simple hecho de que sólo hay 5 individuos en él, yo incluida.

De repente, algo me saca de mi burbuja. Un chico lleva el mismo uniforma que yo. Por su físico, deduzco que es un poco más mayor. No tengo la oportunidad de verle la cara, y la verdad es que me muero de ganas de conocer a alguien del instituto. No me haría ninguna gracia tener que sentarme sola en el comedor. Decido abandonar mi cómodo y solitario asiento para moverme a su lado.

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⏰ Last updated: Jan 03, 2018 ⏰

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KHALEESIWhere stories live. Discover now