Pesadilla

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Lloraba.

El niño no detenía el llanto que había aquejado los oídos de Jody desde hacía ya horas, o al menos a ella le parecía.

Quería matar a la criatura.

El sentimiento de desesperación creció en su pecho y sintió como las ganas de ahogarlo con una almohada crecían en su interior. Pero, ¿quién era ese niño?, ¿por qué Jody, a pesar de intentar abrir los ojos desesperadamente para averiguar de dónde procedía el llanto, no podía?

Todo es un sueño, se dijo a sí misma. Un maldito sueño.

Quería despertar.

Nunca había soportado los ruidos que superaran las ocho octavas.

Nunca.

Maldito subconsciente de porquería que se atrevía a molestarla en su sueño.

Llevaba días sin dormir por culpa de ese vecino que parecía esperar siempre a hacerse medianoche para recién ponerse a martillear las arruinadas maderas de lo que debía ser su sótano. Y el ruido de aquellos martillazos, llegaban a la casa de ella. El sonido intermitente llegaba con extraña claridad a su habitación.

Y ahora, las pesadillas no dejarían que duerma.

¿Se puede morir una persona de falta de sueño?, se preguntó tontamente en medio de su letardo.

La decisión de mudarse completamente sola la había emocionado al principio. La libertad. La idea de libertad y responsabilidad propia la emocionaba de sobremanera.

Pero en momentos como estos, su madre le habría preparado, quizá, una infusión de hierbas, para hacerla dormir profundamente. O quizá su padre hubiese ido a la casa de al lado y hubiese realizado su reclamo sin miedo a que termine en un intercambio de puños, que al final de cuentas, su padre disfrutaría.

Ella no podía hacer eso. Lo único que sería capaz ella de hacer, es maldecir a su vecino, maldecir la vida de su vecino, maldecir sus decisiones, y a su propia vida. Deseaba abrir los ojos, pero sus párpados se resistían a obedecer las sencillas órdenes que ella enviaba desde su cerebro. Algo estaba mal en ella, estaba segura de eso.

No.

Todo es un sueño. Solo trata de dormir. Ignora los sonidos. Ignora el llanto del bebe. Ignora la presión de tu pecho. Ignora el dolor de tus piernas. Y el ardor que dejan esas uñas que recorren tu espalda.

Jody despertó de golpe. Súbitamente, sus párpados habían funcionado de golpe haciendo que sienta un ardor en las órbitas. Frunció el ceño y se removió en la cama notando el cuerpo adolorido pero lo que aún más le sorprendió fue notar que el llanto no había cesado al haber ella despertado. Lo aún más inquietante para Jody, fue el hecho de que el sonido venía desde un lugar muy cerca de ella.

Al levantarse, su espalda aquejó con un ardor que Jody jamás había experimentado en sus veintiséis años. A tropiezos acelerados en donde sus pies se enredaban consigo mismos haciendo su avanzar aún más torpe de lo que ya era en vida cotidiana, se dirigió al cuarto de baño principal de la casa ya que era el único que contaba con un enorme espejo de tamaño completo. Ignorando aquél llanto ensordecedor que la hacía escarapelarse, llegó a la habitación y con mucho esfuerzo se quitó la única camiseta grande que usaba para dormir.

Jody observó su cuerpo desnudo, lleno de imperfecciones y cicatrices causadas por su accidentada niñez. Intentó no prestar atención a ese hecho y se dio la vuelta para ver mejor el causante del ardor insoportable que la estaba aquejando. Entonces, ahogó un grito.

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⏰ Last updated: Nov 05, 2017 ⏰

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