PROMESAS

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Temporalmente situada después del epilogo de la primera temporada de Blame it Tom Kaulitz.


"Promesas"

Bob esponja y Patricio estrella, metidos dentro de una caja de cartón, le explicaban a Calamardo como funcionaba la "IMAGINACIÓN"... arcoíris marica incluido.

Tom bufó, como si estar en ese lugar, rodeado de bulliciosos niños (¡considerado uno más de ellos, para más inri!) no fuera castigo suficiente, estaba obligado a soportar un capítulo tras otro de la más amariconada de las caricaturas.

Excepto tal vez por Bugs Bunny.

Ahora que lo pensaba... el maldito conejo aparentaba ser muy macho la mayoría de las veces, hasta que le daba por vestirse de Valkiria y corretear por el bosque con Elmer.

El mundo estaba invadido por bujarrones. No era de extrañar que hace rato se hubiera ido a la mierda.

La sensación de sofocación regresó. Agarró firmemente el grafito en sus manos, los trazos se volvieron más gruesos en la medida que cargaba la punta del lápiz contra la hoja de papel.

Le acometieron unas incontenibles ganas de salir huyendo, pero tenía un buen motivo para obligarse a controlar sus temores.

Un pequeño, pero muy hermoso motivo que esperaba por él en el estacionamiento.

*

—¿Estás de broma, verdad? —escupió, entre fastidiado y escandalizado— Sólo las chicas conducen un Golf.

—Es práctico.

—Es un auto de mujer. Antes que me vean en esa mierda prefiero una patineta.

—¿Y escalabrarte contra la banqueta?

—¡Bro! ¡Hablas como la abuela!

—Mientras lleves esos pantalones de pandillero no te subirás a una patineta.

—De acuerdo, nada de patinetas -repuso de mala gana, pateando una piedra invisible.

No solía rendirse tan rápido, especialmente cuando se trataba de conseguir sus caprichos. Aunque, en honor a la verdad, Tom no quería la patineta. No estaba tan loco como para conformarse con una cuando su hermano le había prometido un auto a cambio de que él, a su vez, se comprometiera a acudir a terapia.

Pero si no podía tener a su amado Escalade al menos escogería algo cool. Algo que un Golf definitivamente no era.

El adolescente se detuvo —boquiabierto— en medio del concesionario.

—¡Joder! Es hermosa. —suspiró, sin despegar los ojos de las brillantes curvas.

—Sí que lo es. —convino su hermano, al llegar junto a él.

Ambos babearon, imaginando como se sentiría montarla. Menos de cinco minutos más tarde se les acercó un vendedor, dándoles una detallada descripción de ese modelo, así como de los convenientes planes de pago y un bono especial "sólo porque me agradan".

—Bro... —pidió el chico, alargando la vocal y juntando sus manos frente al rostro en ademán de súplica.

Hacía muchísimo tiempo que el veterinario no veía a su hermano poner ojitos de borrego. Sin embargo, aunque el gesto despertó sus simpatías y le trajo nostalgia, esa era una responsabilidad demasiado grande para alguien tan inmaduro como Tom.

—No voy a comparte una Harley, enano.

—Cómprala para ti, y me la prestas.

—Buen intento. La respuesta sigue siendo 'no'.

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