Depravación

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20° Reto literario: "Corrompe mi pureza"

Advertencias: Posible Ooc, Horror, Gore, Muerte, Canibalismo, Violencia y cualquier otra cosa enferma considerada moralmente incorrecta.

Serie: Hannibal de NBC

Pareja: HanniGram

Palabras: 2,028 –OS-

Notas: Este fanfic fue hecho por el 20° reto literario de Mundo Yaoi. El demonio escogido es Satanás.

Satanás: es el jefe de todos los demonios, la perversa "serpiente antigua" que tentó a Adán y Eva en el Edén. Conocido como el "Padre de la Mentira", tienta a los hombres de mil y una formas, y no es otro que el mismo Lucifer después de su esplendor primigenio y caída del cielo. Infiltra antivalores en la sociedad y provoca que los hombres rechacen los designios de Dios y construyan sus relaciones sociales prescindiendo de Él e incluso contrariando su voluntad.

DEPRAVACIÓN

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DEPRAVACIÓN

[Él era el rey de la mentira, lo tentaba con sus elegantes palabras y lo seducía a caer en su red de depravación... un demonio encarnado en humano, eso era él, Hannibal Lecter.]

"Solo tienes que matarlos. Mátalos a todos, son insignificantes cerdos."

Las palabras del Doctor Lecter rezumbaban en mis oídos, no podía apartar mis ojos de aquellas fuertes manos que sostenían aquel cuchillo que había cortado la garganta de un hombre.

La expresión de terror en los ojos del cadáver era gélida, me había puesto pálido al ver como su último suspiro había sido arrebatado por las manos de ese demonio, de ese hijo nacido del más oscuro y puro mal.

—Hannibal —mi voz se quebró al pronunciar el nombre maldito, era como si invocará al mismísimo Satanás.

Cuando alcé mi rostro pude notar esa sonrisa llena de maldad, deslumbraba en medio de la oscuridad que la cubría.

—Will —su voz era tan suave y tentadora. Entendía el por qué muchos caían sobre sus rodillas para venerar a este hombre que arrebataba vidas con sus finos dedos. Para Hannibal las personas eran como hormigas, las aplastaba sin remordimientos, matándolas una por una como si fuera un juego de niños.

Giré mi rostro y visualicé la cara horrorizada del otro hombre que estaba atado y amordazado, sus ojos expresaban el temor a la muerte.

—Solo tienes que matarlo. Es un insignificante cerdo —de nuevo la elegante voz de Lecter invadía mi sentido auditivo. Este hombre lograba que hasta un obispo quisiera sumergirse en el pecado, dejando atrás todo en lo que creía.

—N-no... —titubeé sintiendo el sudor bajar por mi cuello. Con solo imaginarme rodeado de sangre me producía náuseas, no entendía cómo este anticristo podía bañarse en ese líquido rojo sin pestañear, el olor férreo empezó a inundar la habitación y la sangre del cadáver se esparció formando un charco enorme. Caí al suelo temeroso de que el pecado de Lecter me alcanzara.

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