paper hearts¹ ━ yoonseok

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«Hay muchas cosas que tal vez no sepa;
pero extrañarte, cariño, es lo único que sé.»

Jung Hoseok recuerda perfectamente, con lágrimas en los ojos, el día que lo conoció cuando tan sólo era un joven de diecinueve años.

Fue un sábado por la tarde, durante la estación de primavera, su favorita, mientras él paseaba bajo los generosos rayos del sol a su mascota. Hoseok amaba los animales, amaba a los niños, amaba las cosas coloridas y por sobre todo, amaba las flores. Por eso se sentía especialmente feliz durante esa época, porque todo era colorido y lleno de flores. Su madre siempre le decía que él era tal y como una: tan lleno de vida y delicado, con una belleza indescriptible sumando su carisma que embelesaba a todo aquél que lo conociese.

Su vida siempre fue alegre. Se caracterizaba por ser un chico ruidoso lleno de desbordante energía que reportenciaba incluso al más afligido, logrando sacar sonrisas genuinas de admiración a causa de su amorosa personalidad pura y sencilla. Su hermana mayor, Jiwoo, también era su mejor amiga. Nadie lo mimaba y consentía tanto como ella, Hoseok era su pequeño tesoro y lo cuidaba y protegía como tal.

Pero habían ciertas cosas en la vida de las que nunca podría mantenerlo apartado completamente y protegerlo de sus peligros..., y eso era precisamente lo que traía consigo el amor. Ella lo sabía bien, el amor era peligroso. No siempre era color de rosa, en ocasiones, ciega de tal manera que confías plenamente y, luego, cuando te descuidas, caes brutalmente a un abismo de dolor y tristeza a causa de sus infinitos inciertos quedando así con el corazón roto. Y eso era lo que menos quería para su siempre alegre hermanito.

Pero la vida a veces no es justa y va en contra de los deseos.

Esa tarde, mientras Hoseok trataba de hacer que su adorable motita de pelos no estropease el hermoso rosal de su gruñona vecina, no reparó en que el descuidar su vista del frente ocasionaría una colisión sin querer contra un desconocido. Primero sintió una leve punzada de dolor en su cabeza, al estar encorvado ésta había impactado en el pecho del contrario quedando su frente justo en la dura cremallera de su chaqueta de cuero, luego, un líquido caliente con olor a café se hizo sentir en su propio pecho quemándolo hasta provocar que sus ojos se llenaran de lágrimas. Dolía. Sin embargo, no derramó ninguna.

Enderezó su cuerpo y se incorporó de manera recta, miró al frente sólo para darse cuenta de que el sujeto desconocido era incluso más bajo que él, y lo miraba con un semblante de culpa e indiferencia a la vez que lo descolocó complementa, era muy extraño.

—Lo siento, niño. No quise que esto pasara, fue un accidente. Disculpa —su voz era ronca y gruesa, un poco dura y monótona. Contrastaba enormemente con su rostro pálido, delicado y tierno de ojos rasgados y pequeños, se parecía incluso al adorable gatito del hijo de su vecina; sus labios eran delgados y mientras hablaba pudo divisar que hasta sus dientes eran pequeños; sus expresiones, sin embargo, eran fuertemente marcadas por un ceño fruncido que hacía que su, también pequeña, nariz se arrugase un poco.

Hoseok lo observó detenidamente. Él podía ser muy amable y a veces hasta ingenuo, pero no era tonto.

—Te disculparía si tu petición fuese sincera, pero sólo lo dijiste para salir del paso. Además, eso no aliviará el dolor que siento en mi cabeza y abdomen.

El desconocido lo miró sorprendido por su osada respuesta. No se esperaba algo así. Quizá un berrinche por arruinar su camiseta o algo por el estilo, no eso.

—Estoy pidiendo disculpas por algo que no debería. Fue culpa tuya por no mirar al frente y fijarte por donde caminas, mocoso insolente.

Si había algo que molestaba al siempre sonriente Hoseok, era que lo llamasen niño de forma despectiva, y ese desconocido gruñón lo había hecho ya dos veces. No lo toleraría.