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—¡Oye, espera!

Aquel hombre de traje detuvo su andar y poco después lo alcancé. A nuestras espaldas podía oírse el rechinar de las llantas contra el asfalto una vez que los frenos fallaron. Ya sabía lo que seguía: un golpe seco y después todos esos sonidos ensordecedores mientras el auto se deshacía al volcarse; no volteé pero al hombre frente a mí parecía interesarle la escena.

—Tú fuiste el que me dió este reloj —afirmé y fue ahí cuando su mirada cayó en mí—. ¿Por qué?

—¿No anhelabas volver a verlo? Por eso te di el reloj, tienes la oportunidad de verlo vivo otra vez.

—No es suficiente, no quiero verlo morir una y otra vez sin poder alcanzarlo, quiero salvarlo. Ayúdame —intenté recuperar el aire antes de continuar—. Ayúdalo.

Miró el auto completamente destrozado, desde donde nos encontrábamos se podía ver el cuerpo sin vida de Jooheon. Cuando su atención volvió a mí, por un segundo, su mirada se tornó triste y luego negó.

—Esto va más allá de mis límites, no puedo ayudarlos —de nuevo su rostro no mostraba emoción alguna, incluso si su voz era todo lo contrario—. El universo debe estar en equilibrio; tú das algo y recibes algo a cambio también. Para salvarlo, alguien más debe tomar su lugar. No se puede cambiar que en este día alguien murió aquí.

—Sálvalo —ordené. A pesar del ligero temblor en mi voz yo estaba seguro de lo que iba a hacer—. Yo tomaré su lugar.

Aquel hombre no parecía sorprendido pero aceptó mi petición. Levantó su brazo izquierdo hasta poder observar el reloj en su muñeca y noté que era casi igual al que me había dado; hizo unos pequeños ajustes y apretó el botón de inicio.
Al principio nada pareció cambiar y después el carro retrocedió el recorrido que había hecho al volcarse: el tiempo se estaba revirtiendo.

—¿Q-qué está sucediendo? —cuestioné asombrado, el hombre sólo miraba el reloj.

—Estamos cambiando el final de este accidente —murmuró sin despegar la vista de las manecillas que retrocedían—, tú quedarás atrapado en el auto mientras Jooheon sobrevive.

—¿Cómo sabes su nombre?

—Sé más de ustedes de lo que piensan, Yoo Kihyun.

—Muchas gracias... —no sabía su nombre y le estaba dejando mi destino y el de Jooheon en sus manos. Aquel hombre pareció notar la pausa y, por primera vez, me sonrió con lo que parecía nostalgia.

—Hyungwon —respondió mientras sacudía el polvo inexistente de su traje—, mi nombre es Chae Hyungwon.

—Gracias por todo, Hyungwon.

En un segundo estaba parado frente a Hyungwon y al otro estaba sentado detrás del volante del auto.

—Entonces nos vemos mañana en la tienda —gritó alegremente Jooheon desde la banqueta. Estábamos frente al parque a un par de calles de su casa; incluso si sabía en dónde estaba me sentía un extraño en ese lugar—. Oye Kihyunnie, ¿Te encuentras bien? Te ves pálido.

—Oh, no es nada... yo, sólo estoy feliz de verte —murmuré sin mirarle a la cara. Escuché su risa y cuando volteé, Jooheon estaba recargado en la ventanilla del auto, mirándome fijamente—. ¿P-porqué me miras así?

—Pareces una persona diferente —susurró sonriente, sus hoyuelos se marcaban en sus mejillas—, como si hubiera pasado una eternidad desde que me bajé del auto.

—Se sintió como una eternidad —alegué mientras repasaba cada detalle de su cara—, pero no te preocupes, sólo sigue sonriendo como ahora.

Encendí el motor y me alejé lentamente, por los espejos podía ver a Jooheon moviendo fuertemente su mano a modo de despedida.

DRAMARAMA « K I H E O N »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora