Mi Amor Prohibido

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La conocí hace dos años, ella parecía frágil, era tímida y muy callada. Sus ojos siempre estaban tristes pero ella no dejaba de sonreír y yo sólo me preguntaba en como era posible que hubiera tanta belleza en algo tan melancólico.

Me hechizó, no encuentro otra manera de decirlo.

Desde el momento en el que la conocí algo cambió.

Ella era diferente, no solo porque era hermosa, no belleza de concurso, no, ella era real, real y preciosa.

Yo no lo sabía, nunca había sentido algo así, no sabía qué hacer ni cómo reaccionar, yo no podía pensar claro mientras estuviera ella.

Era prohibido, joder.

Ella no era para mi y lo sabía, pero quería protegerla.

Amaba verla sonreír y amaba aún más lograr hacerla reír. Ella floreció con el tiempo, apareció un brillo en sus ojos, comenzó a parecer contenta y yo comencé con mi nuevo propósito: hacerla feliz. Todo lo que me fuera posible, repito, yo seguía sin saber que sentía era un idiota, un idiota enamorado de la chica prohibida.

Comenzó como un juego para mi, me llenaba de un extraño júbilo el verla contenta, me encantaba no quería ver de nuevo aquellos ojos cargados de tristeza. Y mi pobre excusa dentro de mi, era que no sentía nada malo por ella, en realidad no lo era, sólo no era bueno para ella, no lo suficiente. No la merecía.

Ella comenzó a socializar y comenzó a hablar con los chicos, parecía como si no se diera cuenta del efecto que causaba en ellos, ella sólo tenía que sonreír y hablar y ya estaban hechizados, como yo.

Me ponía celoso no ser yo quien la hiciera sonreír y parecer feliz. Pero al menos, el simple hecho de verla feliz (con quien fuera) me bastaba completamente.

Me volvía loco, alteraba mi vida y la ponía de cabeza, no sabía que sentir ni que hacer.

Y entonces tomé una decisión, ya saben de esas decisiones estúpidas que uno toma por eso, por estúpido.

Decidí que no podía seguir así, me consumía, me encendía, me enamoraba, no podía. Simplemente no, no eran mis planes.

Y la lastimé, le hice daño. Comencé a ignorarla y le conté de mi nueva conquista y lo hermosa que era (estaba actuando como un idiota, lo sabía muy bien). Ella sólo me sonrió y me deseo que fuera feliz, que me lo merecía.

Vi en vivo como el brillo de sus ojos se apagó, como regresó su sonrisa falsa y esa tristeza.

¿Que había hecho? Por fin había salido de ese pozo, pero que hice yo, regresarla ahí, cuando lo primero que quería era hacerla feliz. Maldita sea era un idiota.

Poco después los papeles se invirtieron. Ella comenzó a ignorarme, a sonreír con los demás y a dejar de mirarme. Y yo volví a luchar por ella.

Nos dimos cuenta de lo que había entre nosotros, era un secreto, nadie podía saberlo, ni siquiera sospecharlo. Fingiamos entonces. Nos mirábamos pero fingiamos no hacerlo, nos buscábamos intentando disimular lo que sentíamos.

Y entonces lo que comenzó como un juego se convirtió en algo más, algo más peligroso, pero esta vez era real.

Me di cuenta de lo que había más haya del sexo y de las relaciones sin amor. Con ella no necesitaba eso, sólo necesitaba estar cerca de ella, luchar por ella.  Yo sólo sentía lo cerca que estaba de que fuera mía, de que su amor fuera para mi.

Al final como todas las buenas historias que no llegan a comenzar, no prosperó. Ella se estaba marchando. No por odio, ni siquiera por amor. Se la llevaron, ella se despidió de mi y me abrazó fuerte, yo no entendía nada, no lo creía. Yo creí que nos veríamos al día siguiente como todos los días.

Pero eso no sucedió, claro, no de esa manera, era una despedida definitiva, lo vi en sus ojos, ella no volvería.

La estaba perdiendo, y en realidad la perdí.

Ella se marchó una semana después, se llevó mi alegría con ella, se llevó todo de mi menos el amor que le tenía. Ese seguía ahí más fuerte que nunca. Ella fue el amor más intenso que alguna vez había tenido era mágica y electrizante, te atraía, te hechizaba sin siquiera pestañear.

No la he vuelto a ver desde entonces, ella trató de comunicarse conmigo pero yo simplemente me protegí del dolor. Me he obligado a dejar de amarla, me he obligado a olvidarla. Pero su recuerdo es constante, siempre está conmigo, en los temas de nuestras charlas, en las risas de los demás, en los ojos de cada persona presente.

No fui el único que resintió que se marchara todos sus amigos también, pareció como si la fuente de luz y esa vibra que llenaba todo se marchara, ella era especial, era única. Pero nunca fue mía, ni lo sería.

Al final de todo lo nuestro siempre había sido prohibido, todo el tiempo lo había sido, yo había cometido un gran error, enamorarme de la chica imposible.

Imposible.

Porque yo era el profesor, el profesor enamorado de su alumna.

Historia De Un Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora