"Las ruedas de la camilla se deslizaban con velocidad por los blancos pasillos del Hospital Central de Seoul. Una mujer de facciones jóvenes yacía inconsciente sobre ella, una enfermera le proporcionaba oxigeno por medio de una bomba mientras sus angustiados ojos no abandonaba a la fémina que conocía desde hacía tiempo.
"Preparen el quirófano seis"
Vio como apenas podía abrir los párpados y sus ojos caobas se mantenían fijos en las luces del techo. Hicieron contacto por breves segundos pero eso bastó para que la reconociera y acto seguido justo antes de caer en la inconsciencia una sonrisa se dibujara en su rostro.
"Es una emergencia, la estamos perdiendo. ¿Llegaron sus familiares?"
"Su hermana viene en camino"
"Preparen el banco de sangre lo más rápido posible. Esta chica no va a durar mucho"
La primera vez que se vieron ambas eran jóvenes con un futuro desconocido; bailaban al compás de las canciones del momento, las luces rojas, azules, verdes y blancas se movían en direcciones diferentes coloreando las pieles de sus expositores. Intercambiaron breves miradas antes de acercarse a compartir la pista en un baile íntimo.
En ese entonces una era rubia y la otra pelirroja.
De la pista de baile terminaron en un hotel de cuarta donde las sábanas eran ásperas, las paredes opacas y un olor a moho flotaba en el aire no obstante, muy poco les importaba si se besaban como si fuera la última vez que se verían en sus vidas. Los besos escalaban en tono, no eran delicados, quizás había mucha saliva de por medio pero el efecto de excitarla seguía presente. Bajaron al sur de su cuerpo perdiéndose entre las colinas y montañas que formaba su ser; tristemente después de eso no recordaba mucho más que no fueran fuegos artificiales detrás de sus párpados y casi tocar el cielo.
A la mañana siguiente despertó entre delicados brazos y olor a frutas cítricas invadiendo sus sentidos. El aspecto a sirena era más notorio cuando estaba en el mundo de los sueños.
Depositando un beso en su frente y dejando una nota le agradeció lo de esa noche antes de partir.
Si para ese momento le hubieran dicho a Bae Joohyun que caería ante los pies de aquella extraña con aspecto a sirena diría que era una locura porque ella nunca se enamoraba.
Qué equivocada estaba.
La segunda vez que se vieron fue de forma poco convencional.
Joohyun es dueña de una pastelería y cafetería en el centro de la ciudad, el sitio empezaba a hacerse conocido debido al éxito que eran sus tortas de zanahoria y frutas secas además de bebidas que superaban a cualquier cadena internacional que tuviera sucursal en el país. Distraída se había cortado el dedo índice de su mano izquierda (hoy día seguiría afirmando que no estaba pensando en cierta mujer con cabello tan rojo como la sangre), con una servilleta enrollada y gotas cayendo rápidamente al suelo se dirigió al hospital de la ciudad dando gracias en su fuero interno por la cercanía en la que estaba, para su gran sorpresa se encontró con una sirena caminando apresuradamente por un pasillo con olor a medicinas. El asombro en el rostro de ambas fue inevitable.
En medio de suturas y miradas cómplices aprendió el nombre tras aquella noche de pasión: Son Seungwan, estudiante del último año de medicina.
No sabe como se dieron los sucesos siguientes pero quizás fue al saber su nombre que las llamadas y los mensajes de buenos días y buenas noches se hicieron frecuentes, dando lugar después a paseos nocturnos, cafés recién preparados y a mantener el otro lado de la cama siempre tibio.