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Era una tarde lluviosa, la niebla habia bajado de la montaña, el bosque estaba silencioso y el prado alrededor de la mansión estaba cubierto de césped recién cortado. Dentro la temperatura habia caído debido al mal estado de la calefacción, Don José Alfredo Parrales; el mayor hacendado de la región estaba plácidamente sentado en la biblioteca, en un cómodo sofá mientras leía su libro favorito, frente a él estaba la cálida chimenea la que además de dar calor le proporcionaba la luz suficiente para seguir con su lectura, habia desarrollado este gusto desde muy pequeño debido a la soledad de su vida, pues su madre habia fallecido al darlo a luz y su padre se habia sumergido en el trabajo queriendo olvidar su tristeza y a su hijo recién nacido tan parecido al amor de su vida, se crio entre sirvientes siendo su figura materna el ama de llaves, quien habia muerto hace solo unos meses y su mejor amigo habia sido el hijo de esta, quien ahora era el jardinero de la residencia.

Su padre a pesar de no querer a su hijo, le enseño todo lo que tenia que saber respecto al manejo de la hacienda y cuando Don José Alfredo Parrales termino la carrera universitaria su padre le dejo la hacienda y se retiró muriendo a los pocos años debido a un extraño accidente de auto. Cuando estaba llegando al clímax de la historia oyó unos pasos acercándose por el pasillo, podía escuchar su respiración agitada y su corazón repiqueteando dentro de su pecho, sabia quien era y a que venía, pero eso no lo tranquilizaba, al contrario, lo llenaba de ansiedad y quería ya que terminara todo.

Cuando los pasos llegaron a la puerta se detuvieron por un segundo, para luego acercarse con mas premura hasta donde se encontraba Don José, quien ya habia cerrado el libro y estaba esperando la muerte con una mezcla de anticipación y miedo; por suerte para el todo fue rápido y sin dolor, solo se necesitó una navaja bien afilada y un buen pulso para rebanarle la garganta y darle la paz que tanto anhelaba.

El asesino sin inmutarse o mostrar ni una pizca de arrepentimiento empezó a limpiar la sangre que habia manchado la costosa alfombra, dejo el libro en su estante correspondiente y procedió a desaparecer el cuerpo, enterrándolo bajo las rosas blancas que adornaban el jardín trasero.

El jardinero cuyo nombre era Fabiano de la Cruz se sentó en medio del suelo y se permitió solo tres segundos de sufrimiento antes de empujar todo al fondo de su mente, dejó caer una solitaria lagrima que se mezcló con la lluvia y regreso dentro de la casa; sabiéndose dueño de toda la fortuna de su más querido amigo José Alfredo.

Fabiano de la Cruz no se metería en ningún tipo de problemas pues tenia en su poder una carta redactada por el propio José Alfredo Parrales y firmada por el mas poderoso abogado de la región, en donde relataba el padecimiento de una extraña enfermedad sin nombre ni cura, cuyos síntomas eran terribles y despiadados, su último deseo fue morir a manos de su único e intimo amigo de toda la vida y ser enterrado bajo las rosas que su madre plantó cuando recién habia contraído nupcias con su padre. En agradecimiento por librarlo de su sufrimiento le dejo todo cuanto poseía, sabiendo la culpa que dejaba en sus manos y que el haría un buen uso del dinero.


El ultimo DeseoWhere stories live. Discover now