Touch of Evil

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|||Primero que nada; Muchisisisisisimas gracias por la portada a Michi Stark (Prometo mencionarte en cuanto aprenda a hacerlo ;u;) Te amo por esto <3|||


Touch of evil.

Estaba solo en la enorme habitación. Recordaba la última vez que vio a Steve cómo el Capitán América, sus recuerdos volaron hasta el trágico día que estalló la Guerra Civil, Steve siempre protegiendo sus ideales, siempre tan correcto, siempre anteponiendo el bien común al suyo propio, ese era el hombre del que se enamoró, y ya no existía. Sí el siguiera con vida, seguramente llegaría a rescatarlo, saldrían juntos de ese lugar y luego se quejaría de que no era una damisela en peligro. Pero, sabía que eso no pasaría.

La única puerta de la habitación chilló al abrirse, vio esos ojos que, a pesar de todo, no perdieron su intenso color azul, lo hipnotizaron lentamente hasta que pensó que su vista lo engañaba.

Frente a él estaba aquel hombre que pensó muerto, con el símbolo de Hydra alzándose orgulloso sobre su pecho, ya no era más un símbolo de justicia, se convirtió en lo que alguna vez combatieron juntos. Sin embargo, se sumergió en un éxtasis que le caló en lo más profundo de su ser.

Las pesadas botas estampándose contra el suelo a medida que caminaba, acercándose a él. Indefenso, con sus manos atadas a la espalda, una mordaza que le impedía hablar y prácticamente emitir cualquier sonido, sus pies inmovilizados por otra cuerda fuertemente atada, sentado en el colchón de una cama, sorprendido de lo suave de este al tacto. Sus pensamientos rebotaban en su cabeza sin lograr formular un razonamiento real, sus ojos abiertos de par en par, sin saber exactamente que sentir.

—Ha pasado un tiempo, Tony. Lo siento, esta cama es lo mejor que pude conseguir bajo estas... circunstancias.

La voz de Steve retumbó en sus oídos cómo la más dulce y horrible melodía que era capaz de procesar.

El Capitán siguió avanzando hasta posarse frente a la cama, se inclinó quedando rostro a rostro, tan cerca cómo había anhelado todos esos años, en ese momento, todo lo que Steve pudiera darle, así fuera el más puro dolor, estaría bien.

Llegó sin avisar, apareciéndose como por encanto, quería gritarle y reclamarle tantas cosas cómo le fueran posibles. Sus ojos, pronto se inundaron de lágrimas. Pero no derramó una sola de ellas.

Con sumo cuidado Steve alargó sus manos rodeando la cabeza de Tony y por un segundo este pensó que sería un abrazo. Se equivocó, sólo era para liberar su boca de la mordaza. Aun así, Tony guardó silencio saboreando el miedo, sintiendo temor. Esa presencia no era la del Steve que amó, pero en esencia seguía siendo él, viéndolo fijamente con esos ojos que parecían llegar hasta lo más profundo de su alma.

El temor le recorría el cuerpo, pero en sus ojos ardía el fuego que siguió alimentando durante todo ese tiempo que estuvo lejos de Steve.

— ¿Qué es esa mirada? — Tony vio por primera vez la sonrisa llena de la pura burla del ex Capitán América. —No te preocupes, no pienso tocarte. No hasta la noche.

Tony quiso decir algo, quiso gritarle un sin fin de reclamos, pero nada salía de su garganta.

Steve dio media vuelta y salió del lugar, dejándole de nuevo en la oscuridad.

Su cabeza trataba de procesar toda la información, buscar en la casi nula luz algo que le sirviera para salir de ese lugar o por lo menos para soltar sus amarres.

Intentó mover sus pies, pero estaban atados con fuertes nudos. Sus manos atadas a su espalda tampoco era algo fácil o siquiera posible de soltar con su poca movilidad.

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