Tenía media vida de libertad;
Tenía media vida de esclavitud.
Era cautivo de sí mismo;
Era verdugo para sus propios deseos.
Hace mucho tiempo quiso caminar entre los hombres,
Que justos y alegres, le invitaron de sus costumbres.
Tiempo después se perdió entre palabras de injuria,
Que así, con el tiempo; nocivas y punzantes, moldearon su ser.
Los sueños le hablaban bajo el oscuro manto de la noche;
Los deseos le susurraban bajo el incandescente sol del día.
Sin embargo, no había razón ni fe que lo motivara;
Cuan vacío se hallaba su corazón.
En algún lugar,
En algún tiempo,
Su mirada fijó.
Y allí, se dirigió.
¡Que prisa!
Daba saltos que cubrían millones de kilómetros,
Daba bocanadas de aire que alimentarían de vida a la humanidad;
Mientras que sus ojos derramaban lagrimas que llenarían el cauce de cualquier rio.
Su piel se tornaba diáfana;
La morada del hombre estaba cerca.
Sucumbía ante la tristeza;
El dolor parecía su única pertenencia.
Sabía que al llegar allí, moriría;
Pero sabía que en ese lugar había amor.
Sabía que al llegar allí, viviría;
Aunque habitase el odio.
Hermético;
Plausible;
Solitario;
Vehemente.
De tal manera que el hombre le temió;
Lo lastimaron.
Lo acogieron, le amaron y le cuidaron.
Sólo bastó un día, tan sólo uno; para vivir en la eternidad...