La vi a esa chica, encerrada, confundida y con las medias rasgadas. Con ganas de complacer para terminar con ese momento horrible. Sin la capacidad de haberse ido con el correcto y sin ganas de que la agarren del cuello.
La vi a ella con los ojos llorosos, con el rimmel desalineado y con el pelo despeinado. Mechón por mechón él le agarraba sin ver su cara. Ella se sentía culpable, culpable del simple hecho de un hombre no educado. De un hombre que solo piensa en saciarse sin importar lo que cueste. Un hombre de edad suficiente para saber cual es el límite. Un hombre que podría ser su papá.
La vi a ella golpeándose contra la ventana solo para que este tipo acabara, la tenía bien agarrada y no la soltaba, a donde iba a ir ? Si las puertas estaban trabadas.
La vi a ella caminando por su cuadra, sin sus medias y con el vestido arrugado. El garita de la esquina le miró el culo y la vecina que estaba barriendo la miró juzgándola de puta por la hora, por ese vestido.
La vi entrando a su casa, dejando la cartera y tirándose al piso. Sus ojos ya estaban secos, secos de asco, secos de pudor y secos de miedo.