M.

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Te recuerdo a veces por qué si lo hiciera siempre olvidaría sonreír cuando lo hago. Recuerdo tu pelo rubio moverse al son del viento. Recuerdo tus manos de mármol confundiéndose con mi piel, creando paisajes que aún visito y donde hoy el sol se pierde trazando sombras y espejismos. También recuerdo la mudez de tus labios que no necesitaban del verbo para hacer promesas que hoy perdidas solo habitan en mi memoria.

Nos conocimos un abril hace ya cuatro años, hoy el otoño no es una estación, es un estado natural. La cama ya no es un descanso, es mi prisión. Las ventanas se transforman ahora en libertades enmarcadas por el luto de un sol inexistente. Una guerra entre el bien y el mal se llevaba dentro de mi. Desde que te fuiste supe que había llegado al mundo solo, también sabía que me iría así.

¿Quién eres? Solo sé que eres hermosa, tan frágil y a pesar de eso no quiero jugar a ser tu padre o tu guardián; para serte sincero pensarlo me da asco. Quisiera tomarte de nuevo con la misma fuerza y delicadeza, como la de quien arranca una flor y así contra la pared fundirnos en un párrafo impronunciable: el de tu garganta.

Sabes M. "no hay nada bueno en ninguno de los dos, por eso te amo".

Desde esta habitación, veo el vaivén del mar y recuerdo las sábanas blancas cubriendo nuestros cuerpos. Espero que aún, esos ecos resuenen en algún rincón de tu cabeza. ¿Es qué acaso la última llamada que pensabas hacer era para recordarme o para recordarnos?

Veo la escena, una y otra vez, tu lánguida mano sobre el teléfono y tu cabeza hundida sobre el colchón mientras otras manos recorren tu frío cuerpo; en ese momento no sabía si reír o llorar.

No es que sea insensible M. no puedes evitar que recuerde tu cabellera dibujando rubias nubes sobre las almohadas.

Incluso ahora, con un escocés en la mano, me recuerdas al Madison Square Garden, tus labios encendidos, como un cuchillo, tu aliento inconfundible y tu vistoso cuerpo que es ya alimento de gusanos

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Incluso ahora, con un escocés en la mano, me recuerdas al Madison Square Garden, tus labios encendidos, como un cuchillo, tu aliento inconfundible y tu vistoso cuerpo que es ya alimento de gusanos. Mientras miro tu lápida que aparece en todos los periódico, miro entre las letras promesas que alguna vez recorrieron el camino de tus piernas, leves y transparentes mientras tu vestido blanco caía sobre el piso de algún callejón de un Nueva York distinto.

Los sueños son los que llevan al encuentro y en un murmullo estas presente M. Estas también presente hoy, en los afiches del cuarto de un adolescente, que sueña conocerte como yo lo hice.

Tus cambios de humor, la inteligencia que te escurría a ratos; mientras tu juego, el de encender un cirio en cada iglesia, en cada estado o en cada estudio me recordaba la lejanía de tus besos desde el asiento de cualquier sala de cine.

dejé, por mucho tiempo, entre libretas y fotografías, entre sueños y purgatorios donde las llamas no queman y hoy desde este exilio, los recuerdo, porque desde la lejanía todo se ve más claro; el tiempo y el espacio no son los mismos, aunque en tu presencia, el tiempo transcurre calmoso; le preguntó a este párrafo, convertido en ataúd, sí cada letra sobre él, se convierte en un epitafio ilegible y oscuro del cementerio de nuestro pasado.

Desde el reclinatorio de alguna iglesia en Brookline, mi yo infantil, espera encontrarse con ella o contigo, en algún lugar, después de que esta mano que aún conserva tu calor, se convierta en roca.

No puedo evitar pensar en ese momento, que ya es inevitable, porque es me acercara a ti de nuevo.

Aunque los poetas, los músicos y los periodistas llenaran hojas con tu nombre, ninguna tendrá más de ti que está; M. miles guardaron luto, yo te celebro como un triunfo del universo.

Veinte años han pasado y lo que se vislumbraba desde un velero como un rutinario vendaval, se convirtió en una página sin sentido de algún libro de historia. Desde el Westwood Memorial Park, el olor a flores frescas que emana tu tumba, me recuerda que querías ser todo y ahora eres nada.

 Desde el Westwood Memorial Park, el olor a flores frescas que emana tu tumba, me recuerda que querías ser todo y ahora eres nada

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