Insomnio

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Son las 03:00 de la mañana, un mal sueño me hizo despertar, sentía que me ahogaba en un charco de agua, atrapado sin poder salir, viendo como todos pasaban a mi alrededor e ignoraban mis señales de auxilio, por un momento sentí que no podía más, que me había vencido, fue en ese instante donde sentí morir, que desperté.

Ahora no logro conciliar el sueño, mi cuerpo se siente cansado, necesito volver a dormir, pero por más que trato, no puedo. Intento pensar en cosas que me hagan sentir más calmado, pensamientos que le aclaren a mi cerebro que todo está bien, que no hay peligro alguno, que me permita descansar, pero es inútil.

Son las 03:30 de la mañana y aún sigo despierto, mi cuerpo se queda inmóvil luego de tantos movimientos en la cama intentando acomodarme, sabiendo que es una misión imposible me rindo y me quedo entre la mitad de mi lecho, con la vista hacia el techo, con la esperanza de que ahí arriba se refleje un cielo estrellado que me acompañe en esta velada de insomnio.

Pienso en los errores que cometí, me aferro aceptar la hipótesis de que pude haberme detenido antes de que pasará ese terrible accidente, no cabe duda de que soy el culpable; bebí mucho esa noche y no debí conducir, debí quedarme en aquel bar enjuagador de lágrimas y penas, mejor aún no debí salir de casa, ahora cargo con esta culpa que no me deja dormir. Lamento tanto haberle fallado al mundo, lamento tanto ser un perdedor, una escoria, un desliz, soy merecedor de muerte, no sé porque sigo aquí.

04:00 de la mañana, decido ponerme de pie, faltan cinco horas (05:00) para que inicie el juicio en mi contra, una medida cautelar de prisión domiciliaria recae sobre mí, tres meses encerrado en esta mugrienta casa y sin poder salir, admito que me hará bien tomar aire fresco, ver un cielo azul, sentir como los rayos del sol besan mi piel, aunque con esta mala suerte que tengo, el día continuará siendo gris, nublado y con grandes chubascos que sólo me recuerdan ese día.

Es difícil encontrarse de este lado izquierdo del estrado, quince  años como Procurador Fiscal, defendiendo al Estado, a las víctimas oprimidas y enviando a la cárcel a todo aquel criminal perverso que violentara la Ley y el orden; hoy alguien como yo agotará cualquier mínimo esfuerzo para enviarme al castigo letal.

Reconozco que nunca he sido una mala persona, toda mi vida fue dedicada hacer con empeño mi trabajo, siempre guiado al amparo y respeto del Derecho; defender a los más vulnerables, hacer que se hiciera justicia, brindar seguridad y bienestar social, que todos se sientan seguros en esta sociedad podrida; nunca pensé que sería parte de la escoria, nunca creí que arruinaría mi vida de esa manera.

Me dejé cegar del amor y sus falsas esperanzas de alcanzar la felicidad, no debí hacerle caso, ni siquiera debí acercarme a ella, me dejé llevar por la intuición de un hombre despechado, me dejé manipular por el deseo de la carne, sabiendo que jugaba con fuego me dejé quemar voluntariamente, porque era mejor sentir dolor que ser rechazado, fui tan estúpido, me arrepiento tanto por ser tan ingenuo.

Son las 06:30 de la mañana, me dirijo a tomar una ducha, despejar el cansancio y la preocupación que emerge de mí, debo estar listo en menos de una (01) hora, antes de que la policía toque mi puerta y me lleven directo a mi sentencia. Dejo que el agua me abrace, me consuele y limpie toda mancha de suciedad marcada en mi piel, me detengo a recordar cuando era niño y mi madre me consolaba con sus manos, las cuales con cuidado curaban las heridas que me provocaba mi padre, siempre he sido débil, aunque ella me hacía creer lo contrario.

Recuerdo también esas noches en las cuales el ruido de furia invadía mi casa, yo desde mi cuarto escuchaba los gritos y golpes provocados a la dama de hierro, mientras esperaba mi turno. El señor del bigote blanco, al que nunca llamé papá, desataba sus lesiones y derrotas en odio y terror en su desdichada familia, la dama de hierro aguantaba sus quejas, berrinches, burlas y golpes, aunque sé que hubieron momentos en donde le molestaba el dolor, delante de mi fingía que estaba bien, quizás con la intención de hacerme saber que no pasaba nada.

¡Oh Dios cuánto la extraño! Cómo desearía tenerla de frente en estos momentos y decirle que lo siento, que nunca debí huir de casa dejándola abandonada con esa bestia incesante que sólo se hundía en drogas y alcohol, la dejé morir varada en un infierno de llantos y lamentos.

Es por eso que lo merezco, merezco cualquier castigo en mi contra, por permitir influenciarme en lo peor, por ser egoísta y haber aceptado que mi vida se arruinara por culpa del amor, ¿Por qué tenías que ser tú Dominic quien te cruzaras en mi camino esa noche? ¿No te bastó hacerlo aquella vez cuando nos conocimos? Esa vez me dejaste paralizado y sin habla, flechando mi corazón en ese instante y todo por esto.

Ahora todo el mundo cree que a causa de nuestro amor la llevé a la tumba, juro ante Dios que no sabía lo que hacía, jamás le deseé la muerte, mucho menos se me había ocurrido hacerlo, coincidencia de la vida, perdón, mala suerte, me llevaron a conducir por ese camino oscuro y lluvioso donde por desgracia le cegué la vida.

Llevaba puesto ese vestido blanco que tanto le gustaba, su pelo bailaba junto con el viento y la lluvia, lucia asustada por el pequeño reflejo que pude ver de su rostro, parecía como si supiera lo que le esperaba, fue tan solo un golpe, tan rudo, fresco, rápido y brutal que la dejó teñida de sangre, me quedé estático, no podía moverme, por un momento pensé que era una ilusión, una imaginación creada por mi mente y el alcohol, me arropó el miedo, pensé en tantas cosas las cuales me motivaron a apretar el acelerador y seguir huyendo, dejándola ahí muriendo.

Continúe mi camino como si nada, llegué a casa, revisé la parte delantera del coche, el cual visibilizaba con sangre el golpe que le provoque, de inmediato empecé a limpiarlo sin dejar ningún rastro de ella. Conocía el peligro al que me enfrentaba, pero no me importó, no pensé en ningún momento en ella, en que si debí socorrerla, ayudarla o al menos estar ahí para calmarla y hacer que se fuera en paz. Sólo pensé en mi vida, en mi carrera y claro en el daño que me había provocado.

Ella me usó, se aprovechó de mi debilidad como hombre, me ofreció el cielo, sin saber que era el infierno, me hizo caer en sus tentaciones de mujer, me volvió imbécil, tan ciego estaba que nunca me di cuenta de la trampa en la que me encerraba.

Un expediente de la nada, quedó descargado por falta de pruebas a uno de los narcos más buscados en el país, ese a quien se suponía que era su hermano, acabó siendo su amado y yo de tonto hice desaparecer todo. Ella terminó victoriosa con el hombre a quien amaba y pues yo sólo quedé tendido en el suelo, viendo como mi moral se desintegraba de mi alma y me culpaba.

Intenté buscar una explicación, pero su ignorancia derrumbó todas y cada una de mis interpelaciones, y fue ahí donde me convertí en un fantasma y empecé a odiarla; pero no, mi odio nunca llegó a querer matarla, solamente pasó, quizás la vida me dio la oportunidad aun sin haberlo deseado.

¿Pero qué sabe el mundo de esto? No conocen la verdadera historia del asunto y yo pues no me atrevo a explicarla, es mejor que me vean así, como un asesino en vez de un corrupto, que crean que la maté por odio y por amor y no que fue solo un accidente, que se traguen esa verdad y nunca sepan que le vendí mi alma al diablo. Que me perdone Dios por lo que hice, pero ahora en vez de arrepentirme, vuelvo a sentir esa emoción de haberla visto caer muerta delante de mí, hoy reflejaré una sonrisa de victoria como ella también lo hizo, porque ambos perdimos.

Son las 07:40 de la mañana, listo, esposado y contento, me dirijo a mi calvario, nunca había visto tantos reporteros en mi jardín, alguien se atreve a preguntarme que si espero algo bueno en este día, a lo que le contesto que sólo espero poder dormir.

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