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❝Estrella de luz❞ —canción de inspiración.

Las voces en mi interior no salían por más que abría grande mi boca, no había ni siquiera gritó alguno sólo lágrimas escurridizas que manifestaban la frustración por cada poro recorriendo las mejillas rosadas de un cansado muchachillo solitario.

Todos cantaban, menos yo, ¿acaso estaba maldecido? nadie podía soportar mi canto de pequeño, desdé entonces nunca volví a cantar ni en la ducha por temor. Insano temor causado por el hombre hacia su débil semejante. 

—¿Por qué lloras?— la dulce voz sacudió mis recuerdos. Giré mi rostro aún sintiendo la humedad de más lágrimas pero la voz era como imán tanto que no me importaba verme débil ante lo desconocido.

Era como un ángel. Sentía que había muerto y estaba frente a la pureza destellante con los rayos del sol que se ocultaba detrás suyo, y mis manos sudaban sin pudor.

¿Qué es este sentir? era casi como sentir el corazón danzar en el interior de mi pecho desesperado por atención. En su mirar sólo veía calma y ligera preocupación, era como ver su alma sin barreras.    

—No te incumbe. — respondí a secas. Limpie mi rostro con mis manos temblorosas y rebusque en el suelo arenoso de la playa mi cuaderno de canciones que nunca podría oír.

Oí su voz. Era como el cantó de las aves al amanecer, provocaba cerrar tu ojos y sonreír de forma espontánea. Estaba hincado alado mío con sus ojos mirando mi cuaderno de pasta oscura donde seguía las notas que había escrito para mí, pero ahora que lo oí a él era como si fuesen sido escritas sólo para él. Hacia suyas cada tonada moldeándola a su antojo sin temor a fracasar; el éxito aparece cuando no temes fracasar.

Su voz me envolvía al igual que mis tristezas, no había más dolor ni más lamentos patéticos porque siempre hemos dicho que la música cura todos los males.

Terminó de cantar y sus mejillas estaban rojas quizá por el esfuerzo vocal o por el sol dándole por la espalda con su intensidad que él opacaba sin desearlo. Sonrió entregándome mi caderno fue ahí donde sentí el meñique de su delicada mano envolver el mío.

—¿Q-Qué haces?— pregunté con la voz atorada en la garganta ante su cercanía inesperada.

El jaló nuestros meñiques sonriendo euforicamente.

—Es una promesa— habló. — Siempre que estés triste me buscarás para que te alegré con mi cantar.— concluyó apretando la unión que había hecho con nuestros dedos.

No sabia como reaccionar o que decir dado que nunca había estado tan cerca de nadie que no fuese familia, y él me hacia sentir de una forma alerta pero por la curiosidad que me daba saber más de él.

—Promesa.

Había salido en un hilo de voz.

Los dedos se separaron y ahora sólo nos mirábamos en silencio sintiendo la corriente fría que siempre provocaba el sol al ocultarse detrás del profundo mar. No sabía pero ese chico me daba tranquilidad como nadie, no sólo por su reconfortante voz sino que su sonrisa no se borraba.

—Me llamó Baek.— se presentó sin siquiera verme.

Baek pensé en mi cabeza repitiéndolo sin hacer ruido entre mis labios. Su nombre sonaban tan bien de todas las formas, ¡debía dejar de ser patético! me reprendía mentalmente. Lo acababa de conocer hace minutos, y ya estaba entregándole todo mi corazón con una sola mirada y sonrisa, esperaba que él no pudiese entender ese sentido.

—Soy Sehun.— también me presenté amablemente.

Ambos nos quedamos en silencio, pero no era ese silencio incomodo digno de novelas de drama sino más bien, un silencio que nos dejaba oír el ruido que provocaban las olas al chocar con las piedras de la playa o los ruidos de algunos autos pasando detrás nuestro en la carretera.

Ambos silencios dejaban que el sonido hiciera eco en nuestras cabezas profundizando todo sentimiento encontrado porque la música era quién abría los oídos y no sólo los físicos.

Baek se incorporó en su lugar y tomó un mechó de mi cabello entre sus dedos jugando con una cálida sonrisa surcando sus pintorescos labios rosados.

—Nunca más te sentirás perdido porque tú música será nuestra guía.— soltó mi mechón dejando cierto vacío en mi pecho.

Se había esfumado como la espuma del mar, dejando cierto sabor amargo y deseoso sobre mí. Carecer de él seria un problema, porque él no dejaba que las cosas se viesen simples ya qué él era fuera de este mundo.

Me quedé ahí, esperando que la noche cayera con una sonrisa agradable para mi pecho y para mi madre que al verme llegar a casa no dudo en preguntar quién era la afortunada.

Era un él, y era yo.

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⏰ Última actualización: Nov 17, 2017 ⏰

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My voice ; sebaekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora