Extraño

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Híper-realización

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Híper-realización.

Aun le temblaban las manos, a pesar de los años de terapia y opciones alternativas no podía mantenerlas completamente rectas. El temblor era casual y si cerraba los puños dejaba de estar presente. Pero cuando lo hacía su pie comenzaba a golpear ligeramente el suelo, sin poder evitarlo. Si, era un tic, necesitaba estar en algún tipo de movimiento o actividad. En el momento en que se volvía consciente de sus pequeños desperfectos sentía ansiedad y el corazón le palpitaba con fuerza agónica. Sus ojos miraban a un lado y al otro, extremadamente consciente de miradas que en realidad no estaban ahí y por ende eso solo lo ponía más nervioso, porque no tenía sentido que buscara ojos que no existían.

Porque estaba en un dormitorio seguro que no era suyo y en el mismo lugar que Tweek visitaba con regular desde su infancia, así que lo conocía de memoria y tenía la confianza de estar ahí, sentado en la cama de él como si fuese de su propiedad. Lo único relevante era que no había nadie a su alrededor. En realidad, esa fue la razón por la que se había distraído y se había fijado en su temblor corporal.

Un poco ansioso buscó su celular y este casi resbaló de sus manos pero lo aferró con fuerza.

Enfoque.

Sus ojos se dirigieron al centro de la pantalla y comenzó a contar en voz baja. Despacio, muy despacio. El tiempo le sobraba, debía recordárselo. Sus dedos encontraron la última aplicación que él le recomendó y esperó a que iniciara. Su dedo índice comenzó a golpear el borde del celular con impaciente y lo apretó con cierta fuerza. Contó un poco más alto, porque tenía tiempo, no había apuro y debía distraerse aun con su propia voz. Pero todo sería más fácil si él estuviese ahí, aunque era consciente que debía aprender a lidiar con estas cosas por su cuenta.

Respirar.

Hondo, dejar que el aire frío de montaña entrara en sus pulmones, lo llenara hasta que sus fosas nasales le dieran cosquillas. Aire también sobraba y escapaba por sus labios despacio, caliente, sin dejarlo seguir con sus números. No importaba, no eran importantes. No "debía" contar, no estaba obligado a nada. Si quisiera podría dejar el celular de lado. Ni el mundo, ni su propia vida dependían de contar en voz alta, de enfocarse, ni siquiera de que se mantuviese en calma. Solo tenía trece años y una vida "aburrida" en un pueblo nada normal. Si quisiera, él le había dicho, podía gritar con fuerzas y todo seguiría normal, podía quebrarse sin ser algo malo. Así que escogía respirar hondo, exhalar despacio y permitir que su corazón dejara de latir tan rápido. Un poco de control en su vida le ayudaba, aun en tareas tan simples.

Concentrarse.

La aplicación se abrió y sonrió, el juego era muy simple, requería percatarse de detalles, procesarlos y hacer algo sobre ello. Unas pequeñas hojas flotando en el agua, si aparecían apuntando a la derecha debía deslizarlas en esa dirección y viceversa. Al inicio era fácil, pero acorde los niveles progresaban requerían una concentración ciega casi fascinante, sus sentidos se iban apagando, su mirada descansaba en el centro de la pantalla y sus dedos se movían con el primer impulso de sus pensamientos. Respirar ya no era algo que debía hacer conscientemente. Su mente dejaba de ser juiciosa del latir de su corazón y su cuerpo se relajaba. Le gustaba esa aplicación, era una buena herramienta para dejar de pensar en sus temblores y la forma en que su cuerpo reaccionaba de maneras que no le gustaba.

Extraño «South Park» [One-Shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora