Primera etapa

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Aiden observa atónito el mensaje del Administrador. Rápidamente le escribe, en busca de respuestas

—¿Dónde está mi madre? —inquirió con nerviosismo.

—No sé de qué me estás hablando, Aiden —confesó el Administrador.

—Déjate de estupideces, ¿dónde está? —volvió a insistir Aiden.

El nerviosismo va cobrando fuerza en el interior del muchacho.

Quizás deberías revisar tu hogar adecuadamente —señaló el Administrador —. Si me permites la sugerencia claro está —.

Aiden decide ignorarle y buscar alguna pista. Guarda el teléfono en uno los bolsillos del pantalón, y enciende las luces de todo el piso. Las palpitaciones siguen aumentando, llegando a una sensación de ahogo en su pecho. Al terminar de revisar las habitaciones, intenta convencerse de que no es posible que el Administrador la haya hecho desaparecer, era algo imposible de hacer, y menos, sabiendo que no ha incumplido alguna norma del Juego.
Trata de poner en orden su mente, para alcanzar algo de tranquilidad y pensar más sosegado sobre la situación.

Aiden, suele tener la costumbre de beber un refresco de limonada para calmarse en situaciones que lo requiera. Aunque también, se podría decir que es otro vicio al igual que lo son los videojuegos para él. Se dirige a la cocina para sacar una lata del frigorífico. Al llegar al mismo, para su sorpresa, se encuentra una nota pegada en la puerta del mismo.

Cielo, he tenido que ir a trabajar debido a un imprevisto, volveré para la cena. Te he dejado salteado de verduras, sólo tienes que calentarlo un poco. Cuídate.

En ese momento, todo el miedo y el dolor del estómago desaparecen, su espalda se desliza sobre la puerta del frigorífico y comienza a caer, hasta quedar sentado sobre el suelo, en una posición un tanto incómoda. Una risa semi forzada se escapa del joven y es acompañada de un monólogo.

Soy estúpido. Pensar que el Administrador podría haberle hecho algo, en serio, soy estúpido —Aiden hace una breve pausa aprovechandola para levantarse —. Bueno, creo que me lo he ganado —.

Levanta un brazo, buscando apoyo en la encimera de la cocina para levantarse, como si esa mini aventura de pánico, le hubiera dejado sin fuerzas. Una vez en pie, abre la puerta del frigorífico, y saca la lata de refresco.

Se asegura de apagar todas las luces que innecesariamente debían estar encendidas.

De vuelta en el salón, saca el teléfono de su bolsillo y lo deja sobre la mesa que hay en frente del sofá, y hace lo mismo con igual la lata. Con los ojos fijos en la pantalla para quitar el patrón de bloqueo, con la otra mano, empieza la batalla entre los dedos del humano y la chapa de la lata. El crujido de la misma y el sonido burbujeante del gas escapando de su prisión de latón, anuncia la rápida victoria.

Aiden se deja caer sobre el sofá, con la lata en una mano, y el teléfono en otra. Bebe un poco, preparando su mente para enfrentar al Administrador en una nueva charla. Odia la idea de que ese tipo tuviera razón y encima tener que seguir leyendo las tonterías que se le ocurran.

¿Y bien? —un mensaje del Administrador yacía a la espera de ser leído por Aiden.

—Vale, vale, por una vez has acertado —reconoció Aiden y a su vez daba otro sorbo a la bebida.

¿Una vez? Me parece que tengo que recordarte que sé demasiado sobre tí, más que tus propios padres o amigos. Bueno más bien debería decir amigo... —objetó con descaro.

Parece que te dejas llevar fácilmente —ironizó Aiden en busca de otra reacción en su compañero de charla

No es eso, solo me irrita que te centres en tonterías cuando deberías estar enfocado en tu preparación para el Juego se defendió  el Administrador ante la acusación—. Maldita sea, se tienen muchas expectativas sobre tí, pero yo no estoy viendo nada de potencial.

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